Llega La Noche De Nuevo

Llega la noche de nuevo, imperturbable, como si no se hubiera ido.

              Miras la sempiterna ventana, como si el paisaje cambiara. No lo hace. Sería insólito si lo hiciera, pero la esperanza es lo último que se pierde.

              Miras el monitor. Otra más. Otra menos.

              Hoy no escuchas música, solo el silencio del aire que mueve el ventilador, por primera vez encendido, es el que anuncia el tórrido verano, la estación donde muere la vida del frio, y se apodera de todo el hedor de la podredumbre. No quiero morir en verano.

              No sé por qué me ha venido a la cabeza.

              Pero es así, cosas del ser humano, la cabeza, ese sempiterno desconocido, digan los nuevos dioses lo que digan, si, hablo de los médicos, de los doctores que nunca han hecho un doctorado. Desvarío. Lo hago porque puedo, a fin de cuentas, escribo para mí, si lo lees, bien, sino, francamente me da igual. Estaré de una u otra forma, tan solo o tan acompañado como siempre, rodeado de los espíritus de los objetos, de las sombras de las luces conocidas, de los rayos de sol que nunca entran en la habitación, en mi cara reflejada en el monitor de un ordenador al que dedico mi vida, como si tuviera que terminar de criarlo, quizás adorarlo, no lo sé, lo único que estoy seguro, es que estamos locos. Lo que no tengo claro es si esa locura es nociva o beneficiosa, pero es lo que hay, tiempos nuevos, torrentes que se llevan a los que no se acomodan, y nada es importante, nadie, menos, solo somos… nada, la importancia de tu nombre está en que no es importante, somos siete mil… millones, qué más da, te mueres, ni tan siquiera el polvo te recuerda.

              Suspiro, tampoco quiero hablar de la muerte, el protagonista de la vida, más cuando se acaba, pero ahora solo vuelvo a mirar por la ventana, alguien habla, otro contesta gritando, no sé lo que dicen, pero si consigue que me dé cuenta de que llega el buen tiempo, los oigo, porque la ventanas están abiertas…