El Hombre Miró Al Mar

El hombre miró al mar, era bello aun cerrando los ojos, porque a pesar de no verlo, le llegaba el chillido de las gaviotas, el olor del salitre, el viento cargado de sal y humedad, respiró todo lo fuerte que pudo, y se sintió satisfecho.

              La lucha había terminado, lo había conseguido, después de años de enfrentarse a todo y a todos, podía ver el mar desde su propia casa, construida con sus esfuerzos al borde del mar.

                            Recordó su nacimiento, en una familia humilde, tan humilde, que solo llegar al día siguiente era una proeza digna de gigantes, de cómo su infancia la pasó en pantalones cortos aunque el frio le llenara el cuerpo de sabañones, de los golpes de los curas, de la indiferencia ante un hijo de la pobreza, de cómo se irguió, de cómo agachó la cabeza y se comió todo lo que le dijeron sonriendo.

Y subió, siempre dicen que la mierda flota, y poco a poco consiguió exprimir todos los conocimientos que pudo, le menospreciaron, le ningunearon, y el esperó su oportunidad, y llegó, casi cuando desesperaba de que esta apareciera, y se agarró con las fuerzas de un náufrago a una madera, y a partir de allí empezó a germinar, la vida no fue más fácil, al contrario fue más dura, más desgarradora, pero sus raíces eran sólidas, estaban trabadas a buena tierra y germinó, con el duro trabajo germinó, y el la regó día a día, casi como si fuera una máquina, se esforzó en lo que hacía, volvió a soportar todo lo que le echaron enemigos que día a día contra más alto llegaba, más salvajes eran, estuvo a punto de tirar la toalla mil veces, le dolían el cuerpo, la mente, el alma, pero veía a sus hijos que iban a buenos colegios, que nadie los miraba mal, y siguió luchando, dejándose la piel, lo que le quedaba de alma, y prosperaron, sus hijos estudiaron lo que quisieron, nunca supieron lo que eran las privaciones ni el hambre, siempre la mesa estaba repleta con lo mejor, y vio cómo su familia prosperaba, pero tuvo que seguir, sus hijos no estaban preparados, y luchó contra los demonios mientras su cuerpo se consumía en el proceso, pero no le faltó la determinación, y lo consiguió, bien que lo consiguió, hoy miraba al mar, desde su casa, su familia le rodeaba, y él se sintió feliz de que nada les faltara, de que la vida les fuera más fácil de lo que la suya le había sido, su pecho se hinchó, se llenó de aire, y después exhaló sus último suspiro, su vida se acabó.

              En una esquina sus tres hijos hablaban.

-Menos mal que se ha ido, no lo soportaba más, era una carga, comentó su hijo mayor.

-Sí, ahora, veremos a ver como repartimos esto, porque yo no quiero ni un céntimo menos de lo que me pertenece, dijo el mediano.

-A mí me ha dejado bien, ¿para qué quiero a un padre que nunca estuvo con nosotros?, menos mal que se ha ido.

              Pero a él le daba igual, no oía nada, se había ido, y con los deberes hechos, después que Dios lo juzgara, nadie más podía hacerlo, solo sentía no poder de nuevo ver el mar.