Crónicas De Un Viajero Forzoso 5 (Taiwán III Parte)

Una de las escapadas fue a ver el palacio del Gobernador de Taipéi, un lugar que recordaba los tiempos en los que China no se había escindido en dos, y los Emperadores Chinos mantenían un férreo control sobre la isla, o en algunas ocasiones sobre parte de ella.

              Esta isla fue “descubierta”, a la vez por los portugueses y por nosotros, los primeros le dieron el nombre de Formosa (Hermosa), allí creamos la Gobernación Española de Taiwán, después vinieron los holandeses, las primeras arribadas de chinos continentales que le arrebataron a los holandeses el control de la isla. Nosotros la controlamos hasta 1.642, pero os puedo asegurar que ningún vestigio queda de nuestra presencia, o yo por lo menos no lo vi, para nosotros teniendo Filipinas, ninguna zona fue de excesivo interés, mientras que el resto de potencias se partían la cara por el control de otras partes de Asia.

              Salve decir que los nativos de la isla, fueron masacrados por Chang Kai-shek, y hoy son un pueblo diferenciado de los chinos, viviendo en guetos y similares o en las zonas montañosas, con sus propias costumbres, lejos del resto de la población de ascendencia china.

              Yo solo los vi en esta visita, estaban sacando fotos una pareja de recién casados en los Jardines del Palacio del Gobernador, y os puedo asegurar que el físico no es el mismo, y por supuesto su forma de vestir tradicional, tampoco.

              Durante los aproximadamente doscientos años de férreo control Chino continental, este era encargado al Gobernador, y allí que fuimos a ver su Palacio.

              Rodeado de flores, con piscinas por todos lados, era una isla verde en el amasijo de nuevas edificaciones de la moderna Taipéi, la terraza donde se impartía Justicia, el jardín de las Concubinas, la sala de recibir a visitantes importantes, y un buen número de templos, templetes, hornacinas y demás repartidos por el enorme complejo.

              Hubo dos cosas, dos costumbres, dos formas de ver la vida que me impactaron en aquellos tiempos, la primera, era que los accesos de un patio a otro, eran redondos, la segunda, era que las puertas no tenían indicación de entrada y salida, todo era un dédalo de puertas, de forma rectangular o redonda que no indicaban cual era el sentido de marcha, te perdías rápidamente allí, y sabiendo lo organizados que son los chinos, y lo que los siglos habían hecho con su forma de sacar práctica de todo, me extrañó.

              Le pregunté a uno de los acompañantes, el cual me dijo.

– ¿Has visto que las puertas no tienen el fondo igual, sino que la parte inferior, viene con un escalón a la derecha o a la izquierda?

              Me fije en lo que me señalaba y tenía razón, aparecían con el citado escalón a uno u otro lado.

– ¿Tu que pierna levantas para coger un escalón?

              Pensé durante unos instantes, no se me había ocurrido pensar en eso.

-La derecha, fue lo que respondí, para mí era obvio.

-Pues ahí tienes la dirección de marcha, fácil.

              Me paré a pensar en la lógica de la forma de construcción, olvídate de los carteles suecos, más simple que eso nada, salvo que tuvieras que mover cosas con ruedas, o arrastrar algo, pero era totalmente lógico.

              Otra de las cosas que me asombró, fue el baño de las concubinas, unos estanques preciosos, comunicados por puentes de piedra rodeados de una vegetación exuberante. Un bello lugar sin duda, allí se aseaba diariamente las concubinas e invitadas del Gobernador.

              Pero los chinos, son muy elaborados en la erótica, fuera de los parámetros occidentales, me indicaron que me fijara en un grupo de rocas, las miré detenidamente, y solo vi, eso, un montón de rocas; cuando nos acercamos, me indicaron que las mirara otra vez, pero ahora lateralmente, así lo hice, y las rocas se abrían, daban paso a un habitáculo en el que existía un banco largo en el cual sentándote podías tener una vista perfecta de todo el estanque, pero además no era visible desde ningún punto del estanque, es decir veías y no eras visto.

              Ahí era donde los Gobernadores se sentaban para admirar la desnudez de los cuerpos de las mujeres que se aseaban diariamente allí, vaya con los chinos, pensé, sí que se lo montaban bien.