La Lenta Agonía Hacia un Mundo Nuevo (II). Las Ciudades Huecas

“A buenas horas mangas verdes”, “Muerto el burro la cebada al rabo”, el acervo cultural nos puede llenar el folio sin darnos cuenta, y lo que es razonamiento normal, parece imposible en este país que parece sacado de una novela de serie… de la más baja que exista.
Ahora nos quieren confinar, haciendo uso limitativo de la libertad, por algo que el más imbécil de los imbéciles, hubiera previsto con dedicarle unos minutos de tiempo en su cabeza.
Ignorantes de lo obvio, dejaron que meses y meses, nos moviéramos libremente, como si todo acerca del virus se lo hubiera llevado el viento, mala decisión, ahora quien paga el pato, es el general de la sociedad.
¿Volveremos a ver a nuestras comunidades como antes de la pandemia?
Lo dudo, quiero ser optimista pero no puedo, estoy seguro que dos elementos están conspirando continuamente para que esto no sea así, uno de ellos nosotros mismos, léase descerebrados con inteligencia malvada, gobiernos deseosos del poder que tendrían si solo ellos pudieran salvarse, así hasta aburrir, pero el más peligroso… la naturaleza; esta no va a cesar de cambiar al maldito virus, el que por su capacidad de reproducción, y mutación, en su genoma simple, puede variar a una velocidad pasmosa, y solo buscará su finalidad concreta, sobrevivir y reproducirse, como cualquier ente vivo.
Esto supone, que, para ello, deberá de matar más rápido y mejor, o quizás más silente, lo que sea más efectivo, llegar al mayor número de entornos favorables, léase seres humanos, y por supuesto, convertirse en un éxito absoluto, lo que se consigue cuando los anfitriones dejan de existir.
Por eso mismo, es fácil de entender, que el mito de la vacuna, ojalá me equivoque, es solo una entelequia, y lo que hasta ahora se ha descubierto, es algo que solo mitiga, o actúa en grupos o formas de virus específicas sobre grupos reducidos de enfermos.
¿Darnos por vencidos?
Nunca, pero tengamos en la cabeza, que va a ser una guerra, donde en cada una de las batallas, perderemos a más y más de los nuestros, hasta que la victoria, si la conseguimos, sea a un precio difícil del pagar.
Aun en el hipotético caso en el que pudiéramos vencer, el precio pagado, el que estamos pagando, parece difícil de cobrar, la sociedad en sí misma, está cambiando, hasta hacerse irreconocible.
He oído a maestros, decir a sus alumnos que solo les importa su salud, que es mil veces más importante que la vida de toda la clase, eso dicho a jóvenes de quince años; a funcionarios, la famosa frase “trabajo lo que me pagan”, como escudo para diluirse en la oscuridad del inane, juicios en los que lo que horas duraba, se despacha, como si fuera basura, en escasos minutos.
Podría dar miles de ejemplos de personas que son la hez de la tierra, que realmente han demostrado ser hijos de una sociedad decadente que pronto implosionará en algo peor, algo trágicamente cotidiano, la verdadera cara de aquellos que tienen el mínimo poder, el “sálvese el que pueda”
¿Qué pasará, cuando el policía, el soldado, cualquiera con arma en mano piense, “yo, no muero por salir a la calle”?
Dejo la pregunta a cabezas inquietas, pues la promesa del folio oscila como espada sobre mi cabeza, mañana, será otro puñetero día, o eso espero.