El “Amigo” Marroquí

Hoy cambio el tercio, cansado de hablar del covid, del que se puede estar narrando hasta la extenuación paso a comentar algo nuevo, diferente. Dicho esto, comenzamos a hablar de algo que, aunque escondamos la cabeza, nos va a suceder más pronto que tarde, y esto es, el afán de revancha de los moros.
La palabra moro, no es despectiva, viene del latín de los romanos, que llamaron a los habitantes del norte de África, de Afriquilla, como mauritanos, que al vulgarizarse y por economía de lenguaje, acabo por transformarse en moros.
Por si no nos hemos dado cuenta, somos frontera, no solo física, sino también cultural con Marruecos, y por ende, con los países limítrofes; en cuanto a este último aspecto; si se nos olvida, es pecado, pues a ellos nunca se le va a ir de la cabeza, más cuando su gobernante, un elemento que hace santos a los borbones, intenta, e intentara por cualquier medio recuperar a Ceuta y Melilla, mentira obvia, pues nunca han sido suyas, pero ya sabemos que los enemigos, no necesitan de leyes para hacer lo que les convenga.
Si, son enemigos, hasta ahora avocados a la miseria por la diferencia del poder entre ambos países, y zonas; ahora, sin cabeza, empantanados en luchas internas, e inanes a cualquier cosa que no sea destruirnos, somos presa fácil para cualquier carroñero de alma turbia.
Nosotros hemos olvidado que durante cientos de años hemos combatido contra ellos, dejando todo regado con la sangre de mejores hombres que los que quedamos; ahora, en aras de la bondad ideológica, permanecemos quietos, mientras que ellos gastan hasta lo que no tienen en armamento, intentan cerrar a cal y canto las fronteras con nuestras ciudades, para ahogarlas, eso, ¿Qué significa?, ¿Qué no tienen nada en contra nuestra?, ¿Qué nos van a dejar tranquilos?, no seamos imbéciles, serán como el chacal, que no lobo, y aprovecharan el más mínimo fallo para devorar una parte de nuestro cuerpo, de la que debería ser nuestra alma, y dejarnos aún más patéticos de lo que somos.
Pobres españoles, pobre España, de la que ya no queda ni la conciencia de su alma, dejada a la deriva, destruida cuando no muerta, merecemos que nos devoren chacales del sur, de donde nunca nada bueno ha venido; quizás sea mejor, visto lo visto, que depongamos lo poco que tengamos, pues ninguna arma es válida, cuando el que la empuña ha perdido su alma.