De la Traición de los Córdobas a los Cabrera

Los nobles cordobeses, que tantas pruebas dieron de su hidalguía y valor en muchas y arriesgadas ocasiones, pecaban á veces por un orgullo desmedido, que los llevaba á cometer grandes torpezas, con las que empañaban el lustre de sus casas y familias, no encontrando quien les hiciese moderar aquellos soberbios ímpetus, porque bastaba que la falta ó delito fuese cometido por un caballero, para que la vara de la Justicia se inclinase siempre á favor del delincuente. Como hemos tenido ocasión de referir á nuestros lectores, las Casas de los Córdobas y los Cabreras eran de las mas principales, y por consiguiente, de las mas respetadas y temidas. En el año 1629 surgieron grandes disgustos entre D. Martin Fernandez de Córdoba, Comendador de Mestanza en la Orden de Calatrava y D. Antonio Cabrera; sea que éste no quisiera habérselas á solas con su enemigo y pariente ú otros móviles que no conozcamos, ello es, que el segundo citó al primero para tener una entrevista de noche en el Campo de la Merced, donde quedarían zanjadas todas sus diferencias; no sospechando aquel de que su adversario desmentiría los timbres de su casa, acudió completamente solo al lugar de la cita, donde se le apareció el D. Antonio Cabrera acompañado de D. Martin Jacinto de Ángulo, del Orden de Alcántara, Señor de Leanis y Veinticuatro de Córdoba, D. Pedro de Mendoza y Figueroa, D. Antonio de Figueroa, su hermano, Juan de Anguita y otros, quienes acometieron á D. Martin Fernandez de Córdoba que, apesar de defenderse como un héroe, murió á manos de tanta gente reunida para asesinar á un solo hombre; el choque de las espadas y las voces de la víctima, llamó la atención de los Mercenarios, que salieron con luces en su socorro, así como otros vecinos, que recojieron el cadáver sin conocer á los agresores, que huyeron en cuanto lograron su propósito, creídos en que nadie había penetrado su secreto. No fué así; la viuda de D. Martin, D.ª María de Córdoba, que sabía la cita á que acudió su marido, pidió el justo y merecido castigo por tan horrible crimen, esperando confiada en la rectitud del Corregidor; mas, viendo el poco resultado de sus justas reclamaciones, acudió al Rey en demanda de un Juez Pesquizidor esclusivo para este proceso; vino entonces con tal carácter, el Licenciado D. Antonio Valdés, quien se dio tan buenas trazas, que logró descubrir y prender á cuantos contribuyeron á la muerte de D. Martin Fernandez de Córdoba, sentenciando á D. Pedro Jacinto de Angulo á ser degollado, por resultar ser el mas culpable, y otros castigos muy severos á cuantos lo acompañaron, dando además entre todos diez y ocho mil ducados que había de percibir la señora viuda. Entonces empezaron las súplicas y los empeños, en que tomó parte todo Córdoba, y como los nobles eran casi en totalidad parientes, lograron al fin el perdón de D.ª María, pactándose una nueva indemnización de nueve mil ducados, y que D. Pedro Antonio Angulo, hijo del sentenciado, había de casarse con D.ª Isabel Fernandez de Córdoba, hija tercera de la víctima, cuyo enlace no se realizó al fin.