El Sastre y su Fantasma

Como á mediados del siglo XVII, vivía en una de las casas de la calle de San Pablo un maestro sastre conocido por Garcia, el que estaba ya cansado de las majaderías de un tal Luis, amigo suyo, muy dado á la embriaguez: diariamente iba á su tienda, aburriendo á los parroquianos con las palabras descorteses que le inspiraba su lamentable estado. Un día llegó, y el Garcia lo despidió diciéndole que no lo quería en su casa mientras estuviese embriagado; calló el otro y, yéndose á los Cuchilleros, hoy la parte alta de la calle de San Fernando, compró un cuchillo y se volvió á casa del sastre, quien, al volver á reprenderlo, recibió una puñalada tan atroz que lo dejó muerto en el acto. La proximidad á el Ayuntamiento, hizo que al momento llegara la noticia y salieran los alguaciles ó corchetes en persecución de Luis, quien apretó su carrera, y viendo abierta la parroquia de San Andrés, se entró en sagrado, librándose de la accion de la justicia. La familia del sastre, quiso se le hiciera su funeral y, siendo pequeña su casa, depositaron el cadáver en la misma iglesia en que se encontraba el asesino. Llegó la noche: el sacristán invitó á Luis á irse á sus cuartos; mas él, no fiándose, contestó estar bien allí, donde quedó á vista de su víctima. Ya solos, la imaginacion inspirada por la conciencia, le hizo ver que el cadáver se levantaba y se dirigía hacia el lugar por él ocupado: mudó de sitio; mas fué en vano: corrió por la iglesia, y siempre se veia perseguido por el muerto, que le demandaba venganza de su crimen. Ya fatigado y sin saber que rumbo tomar, se encontró abierta la escalera de la torre, entonces un campanario de no mucha elevación, y subió á ver si allí se encontraba libre del que tanto lo perseguía: su imaginacion no desechaba tan fatídica idea, y bien pronto parecióle que aquel subía precipitadamente en su busca; en la torre no había escape y sería inmolado por la justa ira de su víctima: en tan triste situación, echa a la calle una de las cuerdas de las campanas, deslizándose por ella para ponerse en salvo ; mas cuando aun le faltaban tres ó cuatro varas para llegar al suelo, se rompió aquella, y cayendo se fracturó una pierna, quedando fuera de sagrado y sin movimiento. Llegó á poco la ronda y, reconociendo el bulto, hallóse con el delincuente á quien tanto había perseguido, llevándolo á seguida á la cárcel. Luis reflexionó al dia siguiente sobre su alucinamiento, y acudió á la autoridad eclesiástica para que lo defendiese por estar aun en la jurisdicción de la iglesia cuando fué preso; el Corregidor se opuso, y como lo tenía en su poder, antes que el asunto se resolviese, lo hizo ahorcar, para que desde el otro mundo esperase el fallo de la competencia.