La Fría Venganza del Veinticuatro

Un caballero Veinticuatro rico y noble en extremo, vivía rodeado de todas las comodidades posibles, era considerado feliz al lado de su joven y bella esposa, á quien prodigaba las mas tiernas atenciones ; mas como en todas partes tienen entrada los sinsabores, la señora cometió la imprudencia de enamorarse de uno de sus lacayos, ó lo que es mas necio aun, el hacer partícipe de su crimen á una de sus antiguas criadas, quien facilitaba sus entrevistas cuando su señor iba á los cabildos, que generalmente tenian lugar al medio dia; mas como los delitos se descubren con tanta facilidad, sucedió que entre la señora y la sirviente surgieron serios disgustos por cuestiones estrañas al caso, y la segunda tomó venganza contando al esposo ofendido, el engaño de que era víctima, haciéndole regresar del cabildo, cuando mas descuidados se encontraban su esposa y su cómplice, á quiénes sorprendió oportunamente. Cualquiera creería que el escándalo sería grande, y que tal vez el Veinticuatro daría muerte á entrambos; mas, lejos de eso, reprendió á ella su inconsecuencia, y llevándose al lacayo á otro aposento, le dió cierta cantidad y le mandó abandonar en seguida á Córdoba, en la seguridad de que le daría muerte si en ella lo encontraba. Desembarazado de aquel ingrato, siguió con su esposa tan cariñoso y complaciente como si nada hubiese ocurrido; así pasó un año: la señora llegó á ponerse mala, y él redobló sus cuidados, hasta que mandada sangrar, entró por la mañana en su cuarto, y amenazándola con un puñal y sujetándola, le aflojó la venda hasta que vio que había espirado: entonces se retiró, encargando no la incomodasen, por estar descansando, y en seguida salió, como acostumbraba : estrañaron las criadas que el sueño se prolongase tanto, y yendo á verla, la encontraron cadáver; dieron gritos, avisaron á su esposo, y éste fingió muy bien el dolor que le causaba tan inesperada pérdida, demostrando aun mas aquel con el suntuoso funeral que hizo celebrarle. Viudo, sin hijos, rico, joven aun y noble, continuamente le proponían un nuevo y ventajoso enlace, al que él rehusó por espacio de dos ó tres años; mas al fin, resolvió casarse, llevándolo á cabo y convidando á la boda á todos los parientes, incluso á su primer suegro, que asistió como los demás, presenciando la ceremonia con aparente calma, si bien acibaró aquellos instantes de alegría, felicitándolo al despedirse en voz baja y, con las siguientes significativas frases: «Celebraré seas muy feliz con tu nueva esposa, y si alguna vez te cansases de ella, ya sabes que la mejor medicina es sangrarla.»