La Camacha

He aquí que empezamos con un personaje que a priori no merecería estar
entre las mujeres cordobesas que dejaron huella, puesto que esta se
confesó bruja, pero mirando el contexto en el que se produjo, no termina
de convencerme, y como yo no hablo de historia, sino de historias,
permitidme que haga este relato basándome en lo que pienso de ello, no
en lo que está escrito en anales de los cuales, digamos, que desconfío.
Leonor Rodríguez “La Camacha”, nació en montilla, en 1.532, y como es
usual aquí en las tierras en las que moramos, arrastra el sobrenombre de
uno de sus ancestros, Camacho, apodo por el que eran conocidos todos
sus descendientes.
Se casó con Antón García de Bonilla, al que achacan su muerte a los
conjuros de la Camacha, pues se volvió loco, dijeron que había hecho lo
mismo con su padre, volviéndolo demente por obtener cien ducados.
Visto lo visto de la época, por supuesto ninguna declaración autentificada,
desapareció cuatro meses para ir a Granada a convivir con una mora, que
le enseñó, según lo que se rumoreaba, acerca de hierbas y de ungüentos,
pero no queda la cosa aquí, sino que también compartió lecho con un
moro, para que este le enseñara de conjuros y de artes diabólicas.
Por un lado unos decían que se vanagloriaba de ser hechicera y br
para ello, era obra del diablo, así que usando las técnicas más moderas en
sistemas de interrogatorio, le dieron un trato preferente, ante el cual creo
que nadie se resistiría a confesar aquello de lo que lo acusaban.
Así que renegó del diablo, se comió todo lo que le acusaban, afirmándolo
y fue condenada por ello; el día de la Inmaculada de 1.572, se realizó un
acto de fe, en el cual se la condenó a una multa, al destierro durante diez
años de Montilla, los dos primeros tenía que realizarlos en un hospital de
Córdoba, además de cien azotes en Córdoba, y otros cien en Montilla.
Primero fue paseada por Córdoba, en carro con sus insignias de Hechicera
invocadora de demonios, allí se leyó la sentencia, abjuró del diablo, y ante
el jolgorio general recibió los cien azotes, el mismo proceso se realizó en
Montilla.
Terminado el destierro volvió a Montilla donde pasó su considerable
fortuna a su hijo, descontando por supuesto, los gastos del tiempo que
estuvo en las Cárceles Inquisitoriales.
Y ahora yo me pregunto, ¿es posible que el hecho de que una viuda, no
solo tuviera posibles, sino que además los incrementara notablemente,
motivaría la envidia y el recelo de sus conciudadanos? ¿Es posible que en
ese proceso, hubiera hecho enemigos como es normal por tratos
beneficiosos para ella? ¿Su encarcelación, no hubiera beneficiado a
muchos de los denunciantes?, hay que tener en cuenta que normalmente
se expropiaban los bienes de los condenados.
Y otra pregunta más ¿Cómo es que siendo una hechicera, experta en
conjuros, es obligada a dar sus servicios en un Hospital?
Quizás sea verdad todo lo referido en el auto de fe, pero no sé, me huele
mal, imaginemos por un momento que solo fuera una mujer que se
encuentra sola tras la muerte de su marido, y como persona inteligente,
comienza a hacer negocios con fortuna; la propia fortuna, supone muchas
veces el infortunio en la otra parte, con lo cual nace el enemigo, además
¿Quién no conoce de plantas en un lugar tan ubérrimo como Montilla?, ya
tienes todos los intereses formados, pero tenía que ser tan turbio, que
cuando queman a las brujas, a ella solo la destierran, la multan, y la
obligan a servir en un hospital.
No digo nada, cada uno que se haga su composición mental y que piense
lo que crea oportuno, pero solo por la duda, por ser una persona
inteligente, negociadora y lista, quizás por el hecho solo de ser mujer,
sucedió lo que he contado, quizás, solo eso, quizás.
Porque yo realmente, de cualquier confesión obtenida con tortura, pienso
que no es válida en absoluto, además, si era una bruja, ¿Cómo no adivinó
que iban a prenderla?, ¿Cómo no escapó volando de la cárcel?…
©Pedro Casiano González Cuevas 2.018