Gotas de Lluvia

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Gotas de Lluvia

Llueve, infatigablemente llueve, como si todo el cielo estuviera dentro de un vasto océano, como si se rompiera a cada segundo y dejara caer toda su carga, lleno al instante de nuevo, y el suelo brilla a la luz de los relámpagos, todo es gris, oscuro, como si se le hubiera ido la vida que tenía, y la mente se llena de oscuros presagios, como si la invadieran las negras nubes, tardes de silencio interrumpido solo por las continuas gotas que salpican los repletos charcos, produciendo ondas que se repiten incesantemente como si fueran inagotables, incontables, y el horizonte se vuelve más negro aún, como si esto fuera posible.

Al fin todo pierde su color, se difumina, como si nunca hubiera tenido forma, y la soledad se hace del color de la gris noche, vaga pegada al suelo, tal vez por el peso de la humedad, pero se queda anclada en los charcos, no corre, no escapa, tu mente, charco infinito, acoge los pensamientos grises, y se colma, pero no se desborda, y la lluvia sigue, inacabable, interminable, como si el futuro fuera a ser para siempre, solo eso.

Miras a través de los cristales húmedos también, pero en tu lado de vaho, en el otro de salpicaduras de la lluvia que no cesa, y la mente divaga, sobe otros tiempos, sobre otras personas, otros conceptos que creías olvidados, y retornan incansables, infatigables como la lluvia, y el charco que no se derrama, parece que atesora el gris todo de la tarde, y el alma comienza a pesar, suspiras, como intentando insuflar aire al charco, pero nada sucede, gotas de lluvia inacabable, interminable, agotadora siguen llenándolo sin colmarlo, sin derramar una gota, y el corazón duele, mientras miras como las salpicaduras se unen unas a otras formando minúsculos riachuelos que por la gravedad, buscan escapar del cristal, y lo consiguen, pero tu charco no se derrama, solo se llena, no se colma, maldito charco.

Las gotas de lluvia inacabable de los que se han ido, de los que no están, siguen llenando el charco, el profundo charco inconmensurable, que no tiene fondo, que se sigue llenando, sin derramarse, solo caen gotas y gotas, y pesa cada vez más, pero gota que cae, no mueve ni un milímetro el insondable brocal del pozo que las acoge, gotas inacabables, interminables, rocío continuo de soledades y retardos, de añoranzas, de miedos, de soledades, y más gotas al inagotable charco.

¡Desbórdate!, quieres gritar, pero no gritas aun en soledad no sabes porqué, demasiadas gotas, pero el charco, ahí está acaparando las que caen, parece estar riéndose de ti, pero piensas que no, que no tiene sentido, y vuelves a mirar el cristal, limpias el vaho, y los restregones toman formas de cara que se han ido, como las grises, negras nubes que derraman esas exasperantes gotas que caen en el inquebrantable charco.

Lluvia, incansable, inagotable lluvia, maldita sea, rómpete charco, desbórdate, pero ahí está, cada vez caen más gotas de soledades, de vacíos, de añoranzas, de inquietudes, de lo que pudo ser y no lo fue, y las gotas como si fueran infinitas caen en ese charco, que las quiere, una a una, todas, y se llena sin llenarse, es infinito, quizás lo sea, piensas.

Y miras el cristal, y sientes como por tu cara caen las gotas de lluvia que parecen inacabables, infinitas, que no cesan, pero no son gotas de lluvia, son lágrimas, que roto el insondable pozo fluyen como si fueran infinitas, y tu pecho se expande a cada lágrima, después se contrae a la siguiente, el charco que parecía infinito, se va, poco a poco, quizás demasiado lentamente vaciando, tu pecho se contrae y se expande cada vez menos, apenas algún hipido que quiere salir escapando sin que se note, y las gotas que salen del charco, salen como lágrimas, y no te sientes mejor, pero ahora, tras incontables gotas de lluvia, de lágrimas, sabes que tarde o temprano el charco se vaciará, nunca se vaciará, pero tampoco llegará al brocal.

La lluvia, la interminable, la inagotable, la infinita lluvia sigue cayendo, casi al ritmo de las lágrimas del charco medio vacío.

Miras al cristal, y durante un segundo piensas, quizás menos incluso, que mañana, quizás mañana, te cabe la sospecha, la esperanza, de que saldrá un exasperante, un maravilloso día, y el sol brillara, amanecerá, y la lluvia serán solo charcos que cada vez tendrán menos agua, menos gotas de lluvia, menos lágrimas.

Quizás, y miras al cristal, y miras de nuevo a las negras nubes, y sonríes, quizás con los ojos hinchados, o solo llenos del pozo de gotas de lluvia, y le dices a las nubes que se mueven lentamente, que sabes que un día, quizás no mañana, quizás tampoco pasado, pero que un día, será un día maravilloso, soleado.

Y quizás, solo quizás, sonríes.

Pedro Casiano González Cuevas ©2.018