Piedras Viejas de Córdoba

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Mi amiga Rita, que parece una pitonisa griega de las del Oráculo de Delfos, adivinó que lo siguiente sería decir algo sobre nuestras joyas arquitectónicas, que ahora y debido a su estado actual, solo son, como decimos “Piedras Viejas”.

Ella, como yo, ha viajado por esos mundos de Dios, y creo que viéndolo te das cuenta inmediatamente de todo lo que voy a intentaros explicar.

Podemos admirar viajando el skyline de New York, el night sobre el River Pearl en Guandong, o el Hong Kong Harbour, el teatro de la Opera de Sídney, o el Guggenheim, por irnos más cerca, y que eso no es que sea fácil de conseguir, pero con dinero a mantas es posible, sin embargo todos tienen una cosa en común y una carencia, son modernos, pero no tienen historia. Sin embargo se venden como las golosinas, porque hay que comprender que en esta vida todo es un negocio, lo disfraces como lo disfraces.

¿Por qué digo esto?, sencillamente porque el que no administra lo que Dios le da, que le pase lo que el diablo quiera, y eso nos pasa a nosotros, tenemos un tesoro, tirado por cualquier sitio, como si fuera algo baladí, que está allí, porque cayó del cielo o subió del infierno.

Piedras viejas las llamamos, y así nos luce; la frase “en Córdoba no se puede construir, a un palmo, todo lleno de piedras viejas”, pues vaya problema, vaya frenazo a la civilización occidental el que debajo de nosotros, a nuestro alrededor, todo este lleno todo de historia, pero es que a eso se une otro problema más, que no todas son de los mismos imperios, ¡es que todo lo que nos vienen son problemas!, que metan una pala mecánica y arrasen con todo, que además no sería la primera vez, porque impiden el desarrollo urbanístico de una ciudad que lo necesita.

Tócate los cojones, la misma visión que un topo en un cenagal, yo sin embargo creo que el pasado puede jugar una baza importante en nuestro futuro, ¿Por qué?, porque por desgracia Córdoba languidece sobre un tesoro que dilapidamos día a día.

Tenemos monumentos de diversas épocas, Patricia Romana, Capital Califal, y gran Ciudad Cristiana, solo por citar las más importantes, que de otras ya hablaremos, que son más.

Eso sí, todo catalogado, y usando una perspectiva académica, que aunque dure mil años, hay que seguir a rajatabla, el hecho de que haya demasiadas y que no se puedan catalogar y se destruyan o aparezcan en Francia, o en cualquier museo de los hijos de la Gran Bretaña, no tiene la mayor importancia. Poco pero bueno, como si se pudieran multiplicar y reproducir como los conejos.

Además es importante que solo vengan turistas con imaginación y un alto poder cultural, que fijándose en las ruinas, si ruinas, de Medina Azahara deduzcan con un portentoso salto de su más loca imaginación lo que fue una maravilla de la humanidad. Los demás que no aparezcan, que no hacen falta, nosotros los cordobeses pobres, pero dignos, que no se olvide.

Y por fortuna, todo en manos de gurús de la arqueología, de dilectos profesores, máximos ponentes de lo nuestro, y por supuesto dictadores que sí que saben la realidad del futuro de nuestro patrimonio. Que suerte tenemos que haya gente que nos diga exactamente lo que hay que hacer.

Es decir, llevamos a unos turistas a un museo moderno, en una árida llanura, más vacío que la tripa de un parado, autobús programado y miramos con ojos de inteligencia sublime lo que basándose en las piedras allí tiradas, eso si súper catalogadas, fue la magnificencia de la Ciudad Brillante.

Pues yo no llego, perdonadme, yo para ver Medina Azahara, me voy a Granada a su Alhambra, que aunque está mal restaurada y reparada, luce magnifica, y así nos luce a nosotros.

Noches en Medina Azahara, bello nombre, noble iniciativa, pero si lo miras fríamente es el esfuerzo de enaltecer ruinas, porque bello, lo que se dice bello, lo que imaginas, porque lo que ves bien triste es.

Yo quiero ver, VER, algo restaurado, con otros materiales, cambiales el color, haz lo que quieras, pero una parte, que ya tienes más que catalogada, hazte a ti mismo el favor de verla como era, porque datos hay, y si te equivocas, se rehace que no pasa nada, vergüenza y escarnio, esa maravilla pelada en los huesos.

“Esto era así, y ocupaba tanto, era de tales materiales”, no lo digas, que lo vean, que disfruten de lo que podemos darles, que con orgullo, aunque históricamente inadecuado, podamos decir así era Medina Azahara, mira qué maravilla.

Y si nos vamos a La Mezquita, a las puertas de la ampliación de Al Mansur, es de vergüenza absoluta, porque hay solo una restaurada, que luce como la maravilla que es, me tiene enamorado, el resto… aguantan porque se hicieron con esmero. Quizás le falte rigor histórico, quizás haya falta de algo o exceso de lo siguiente, pero yo la veo, y en ese momento, justamente en ese momento, me doy cuenta de lo maravillosa que era mi ciudad en aquellos tiempos, de cómo debería de lucir la Córdoba Califal, y un repelús me pone el vello de punta, me sube el orgullo, y parezco hasta más grande.

¿Os imagináis las columnas del Ayuntamiento porticadas, con el frontispicio cargado de figuras de dioses, poder caminar sobre el mármol, entre figuras marmóreas de dioses romanos?, ¿la sensación del sonido de las propias pisadas en ese magnífico monumento?, seria increíble, yo pagaría por verlo, y el turista, que no se fijaría si la estatua que está a su lado es de Dionisos, o de Trajano.

¿Costoso?, por supuesto, un ojo de la cara y el cristalino del otro, pero nosotros sigamos poniéndole arquitectura modernista al Molino de Martos, o convirtamos el Paseo del decimonónico Puente Romano en una obra de vanguardia, que mientras, se caigan las murallas almorávides, que no parecen ni eso, que las estrechas calles de encanto cordobés, caigan en la desidia, y los palacios y casas nobles se vean apuntaladas por grandes maderas para evitar que se caigan, que la Iglesia de San Nicolás de la Axerquia, fernandina por no abundar más, quede en algo que apenas nadie conoce, por supuesto Regina y sus imperiales callejas y palacios al carajo, aguantemos tiempo, que los palacios e Iglesias se caigan por dentro, que se salven las portadas, y dentro construyamos pisos modernos.

Somos tan ilusos que creemos que unos edificios, magníficos por cierto, son los que marcan la diferencia, no señores, no, lo que marca la diferencia en el turismo cultural, es el ambiente, el aire que se respira, el espíritu de tiempos pasados, el no parar, el que todos los que vinieran cayeran enfermos del síndrome de Stendhal, ¿Qué es eso?, hagamos uso de la Wiki, para no equivocarnos.

“El síndrome de Stendhal (también denominado síndrome de Florencia o estrés del viajero) es una enfermedad psicosomática que causa un elevado ritmo cardíaco, vértigo, confusión, temblor, palpitaciones, depresiones e incluso alucinaciones cuando el individuo es expuesto a obras de arte, especialmente cuando estas son particularmente bellas o están expuestas en gran número en un mismo lugar”.

Pues eso, y aquí no lo hay, es un salto de un magnífico edificio a otro, entre medias una ciudad que ruge, y un ambiente cosmopolita, que no tiene nada de malo, al contrario, bien enfocado, puede ser hasta un incentivo más. Y no olvidemos la provincia, que es tan Córdoba como su capital, esa Villanueva de Córdoba, señorial y con más monumentos que habitantes casi, esa Baena llena de historia desde los celtas, Montilla, ¿qué puedo decir de ella que no me quede corto?, y así hasta aburrir, porque, con la suerte que tenemos y aquí estamos, sin nada que decir, cuando si simplemente la voceáramos a los cuatro vientos, si la conociera todo el orbe, al decir que eres cordobés, la respuesta tendría que ser “que suerte tienes”.

Es solo mi opinión, sea acertada o no, es lo que pienso. Nada más.