Los Tumores Malignos de Córdoba

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¿Qué puedo decir de nuevo?, ¿ahondar en nuestro carácter?, quizás, porque somos algo especial, y no lo digo en el buen sentido de la palabra, sino en el de que lo es por simplemente serlo.

Especiales, porque juntas a dos cordobeses en el velador de una terraza y ya tienes dos corrientes de pensamiento enfrentadas, diametralmente opuestas, y básicamente fundamentadas, ¿Cómo es posible eso?, muy fácil, somos hijos, la mayoría, del destierro en nuestra propia tierra, aventureros de nuestra ciudad, y conocedores en propia carne, de la prepotencia y del escarnio, y simplemente nos enfrentamos, porque ha sido siempre la forma de defenderse de aquellos a los que la vida no le ha regalado nada.

Una tierra donde, “tú eres de los González…. De tal”, donde las diferencias sociales son abismales, donde solo se bautiza el que tiene padrino, hacen que una mayoría, cada vez menos, lo haya sufrido, y se haya rebelado, ¿Cómo?, como ha podido, pero desde luego no ablandando el carácter.

Esto mismo, y algunas consideraciones más, es la que nos lleva a ser agresivos, de una forma o de otra; claramente esta actitud en un concepto social evita que se produzcan grupos reales de presión, que es la única forma de obtener poder, y convertirlo a fin de cuentas en un nuevo reino de Taifas, (más o menos en árabe, es pelea a navajazos), donde la mas mínima diferencia crea abismos insondables de separación, porque aquí las diferencias se eternizan, que una afrenta no se perdona, tenemos la memoria de los elefantes para el agravio recibido, y la de un pez para los que hacemos a los demás.

Principios como la solidaridad, la unión, el sacrificio colectivo, destacar lo que nos une antes de lo que nos separa, no son de uso común en nuestras tierras, así nos va.

Esclavos de la capital de un reino de Taifas, olvidados de Despeñaperros hacia arriba, esperamos que alguien venga a sacarnos las castañas del fuego, va a ser que no, que cada perrito se lama su…,

Rajamos de todo, que para sacarle punta a las cosas somos únicos, destruimos lo más sólido, y sentados en la tranquilidad de un velador, damos mágicas soluciones mientras gozamos del fresquito de la noche.

Nos sacamos los ojos por nuestras ideas políticas, tan generales como extrañas a nosotros, por ver a un tuerto somos capaces de sacarnos un ojo, y el cotilleo y la envidia son caldos que aderezan la comida de muchos.

Lo más gracioso, es que si en la corte somos un cero a la izquierda, en la Junta, esclavos de tercera, cuando nos dan la oportunidad de que expresemos lo que queremos, los telepredicadores, los populistas que solo salen a la calle para eso, y los vendedores de mágicos elixires, nos los roban, embotellados en recipientes de bellas formas, pero llenos de mentiras, y de decirte lo que te gustaría oír, y el que se escape de eso… no creo que haya ninguno.

Y somos tan incapaces, tan lerdos, que pudiendo salvar a nuestra madre, veamos como agoniza desde siglos atrás, y teniendo quizás la primera vez en tanto tiempo, la oportunidad de aliviarla, que no digo curarla, que eso llevaría mucho tiempo y esfuerzo, nos dejamos engañar a por los oportunistas de cada cuatro años, o menos algunas veces, que hacen cálculos de matemáticas de alto nivel para gobernar siendo en muchos casos los menos votados.

Lo peor, sale el malo y entra el terrible, y por supuesto lo que ha hecho el que se marcha, es obra del diablo, destruyámoslo, y la gente que lo ha elaborado, aunque se la más válida, a la calle, al paro, a la mier…, y lejos; arrasar y construir de nuevo cuando ni ladrillos hay, gastemos más de lo que tenemos que el siguiente se lo coma, por si salen otros.

Muchos actos, caros por supuesto, pero para salir en noticias fuera del ámbito de Córdoba, ¿Quién los paga, cuando además no tienen sentido ninguno?, los desgraciados hijos de la sultana, los cordobeses, esos mismos ilusos que los han votado, pero aun conscientes de ello, pregúntales y te dirán que es lo que querían, aunque por dentro, en soledad, piensen “madre mía que poco conocimiento tienen”, salvo aquellos a los que la palabra fanático se les queda corta, los que desean que todo se arrase, que se destruya, porque a ellos no les va bien, o no es lo que les gustaría, los contrarios a todo y a todos, los ultra del caos, que en todos los sitios hay, esos miedo me dan, y aquí, hay, y muchos.

Añadamos a eso los creyentes en la utopía, al final solo una, no hacer nada que no sea lo que le venga en gana, eso sí, subvencionados por los gobernantes.

Porque no olvidemos, que aunque pequeña, la nuestra de Capitulares es una corte, en la cual hay artistas que no valen nada, pensadores vacuos, pero son palmeros del de turno, los de favores dados, con la victoria devueltos, las amistades peligrosas, y bufones como si los regalaran.

Todos ellos de cabeza bien alta y pecho hacia fuera, aun sin haber hecho nada, considerándose victoriosos en una batalla que aún no ha empezado, la real la de enfrentarse a una buena gestión del poder otorgado.

No, no va la cosa por ahí, muy al contrario, actos públicos sin decoro, extrañas ideas pseudo modernas que parecen sacadas de una mente calenturienta, y casi todas sin usar el sexto sentido, el que más falta, el sentido común.

Porque si, yo creía que solo hay una norma que seguir, seas del partido que seas, la del sentido común, y comerte una buena idea aunque la haya planteado o realizado el contrario. Ni a soñar que te eches, eso huele a los otros, fuera.

Pero claro, el mayor problema, radica en el sitio al que miras, cuando los que nos gobiernan miran como halcones, no a su ciudad, su deber, sino a más altos puestos, porque por desgracia todos se creen destinados a ser prohombres o promujeres, aunque tengan el currículo de una petaca de cemento, y el conocimiento atocinado, pero eso sí, hábiles en la manipulación, el engaño y la hipocresía.

“Vamos a salvar Córdoba”, si de verdad lo quisieran, con renunciar basta, porque yo no quiero políticos mentirosos, populistas, vagos hasta la saciedad, ladrones de todo, y hacedores de monstruosidades a su gloria, yo quiero gente eficiente, inteligente, no corderos, sino trabajadores que si miren por Córdoba, no los quiero que abran la boca sino es para proponer lo mejor, y no cantar con el encanto de las sirenas y nos sometan, quiero gente callada y trabajadora, que sepa lo que hace, que sea responsable, y la premisa más importante, la ineludible, la definidora, que amen a Córdoba como si fuera su madre.

Estos son ideas generales, dignas de la peor conversación en un bareto, porque soluciones no aporto casi ninguna, vacua referencia la que aquí hago, bueno quizás diga algo, pensemos…

“Desecha lo que nos separa, agranda lo que nos une, y a despecho de todos avancemos hacia un futuro mejor, convecino, conciudadano, cordobés, cordobesa, al fin de al cabo, que nos duele lo mismo”

Espera, espera que estoy que me salgo, se me ha ocurrido otra, como estoy hoy.

“Unámonos, lejos de partidismos, hagamos lo mejor, no para nosotros, sino para nuestra amada Córdoba, sino es por nosotros, por nuestros hijos”, a partir de ahí, sacrificio, esfuerzo, sangre, sudor y lágrimas como diría Churchill, pero allí en la lejanía nos espera un futuro brillante, como nuestra ciudad.

Solo me resta una pregunta ¿tendremos cojones de hacerlo?

Ahí queda.

Es solo mi opinión, sea acertada o no, es lo que pienso. Nada más.