Don Francisco de Sales Ramírez

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Cuando la invasión de los franceses, contaba D. Francisco de Sales Ramirez unos cincuenta años y muchas y merecidas simpatías.

La noticia de que las partidas formadas en Lucena en favor de la independencia española, se dirigían á esta ciudad, tenía á los cordobeses con un comprimido júbilo que avivaba mas y mas la esperanza de verse libres de los opresores.

Era la mañana del dia 15 de Setiembre de 1810, cuando D. Francisco se encontró en la calle del Pilero [Mateo Inurria] con una monja exclaustrada de uno de los conventos, a favor de la autorización dada por los franceses: paráronse á hablar, y fiado de la confianza que con ella tenía, le dio la noticia de la venida de fuerzas españolas, recelando el que la hiciesen tornar á la clausura. Temerosa aquella de volver á su convento, pasó a seguida á ver al general Godinot, que habitaba en las casas de los Marqueses de Villa Verde, rogándole la permitiera marcharse con la división francesa. Sorprendióle a aquel la visita, y deseando no se propalasen noticias semejantes y de que el pánico cundiera entre los cordobeses, la obligó á delatar á D. Francisco de Sales Ramirez, á quien en seguida fueron á buscar á su casa, núm. 1.° de la calle de Pedregosa. Llegó a presencia de aquel tigre y, lejos de negar la noticia, confesó lo que habia oido y dicho, que no otra cosa podia manifestar un sacerdote tan virtuoso y puntual en el cumplimiento de sus deberes.

Furioso Godinot, llamo á uno de sus ayudantes, á quien dio esta terrible orden: «Conducidlo al principal, y que tal como está, hasta con el sombrero de teja, sea inmediatamente ahorcado en medio de la Corredera.»

Obedeció el ayudante, llevando á aquel desgraciado al cuartel [actual Centro Cívico de la Corredera], hoy sombrerería de los Sres. Sanchez y compañía, en cuya puerta lo tuvieron sentado en un banquillo, mientras preparaban el patíbulo, no pasando una hora cuando se habia cumplido tan inhumana sentencia, tanto, que llegada la noticia de ello al Obispo D. Pedro Alcántara Trevilla, se subió en el coche para ver si lograba se revocase la orden, y al llegar á la Cruz del Rastro, oyó la campana de San Pedro que tocaba la agonía. A mas de esto, se mandó poner sobre la puerta de la morada del desgraciado D. Francisco una inscripción diciendo su castigo, no efectuándose á ruego de la familia, que lo juzgó deshonroso, cuando después se hubiera considerado como un timbre de gloria.

Godinot dio también su orden por escrito, que impresa hizo fijar en todos los sitios mas públicos de Córdoba; su testo era el siguiente:

«Gobierno general de los Reinos de Córdoba y Jaén. — El nombrado Francisco Ramirez, presbítero, será ahorcado al instante por haber esparcido en la ciudad de Córdoba la voz de que los insurgentes debian entrar aquí mañana, y que se habían pedido raciones para ellos. — Algunos otros individuos difunden rumores subversivos: guárdense de esperimentar igual desgraciada suerte. — Ya que el modo suave con que he gobernado hasta ahora, no ha podido atraer los ánimos al conocimiento de sus propios intereses, emplearé contra los perturbadores del sosiego público toda la severidad de mis facultades.— Si los insurgentes se aproximasen á la ciudad, tengo medios conque combatirlos y vencerlos. — Queda á cargo de los Magistrados de esta ciudad hacer publicar esta orden que se circulará á toda la provincia de Córdoba. — Fecho en el palacio del Gobierno general de los Reinos de Córdoba y Jaén, á 15 de Setiembre de 1810.— El Gobernador general. – Barón de Godinot.»

El rector de la parroquia de San Pedro, redactó la partida de defunción en los términos mas concisos posible, y después de la marcha de los franceses se puso otra nueva, que honra la memoria de aquel mártir de la independencia de España.