Don Pedro de Heredia y la cabeza del Toro

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Celebrábanse fiestas reales, y conforme a las costumbres de aquellos tiempos, todos los caballeros cordobeses corrían á lucir su destreza en el manejo de las armas y la brida, al par que los ricos y vistosos jaeces con que ataviaban sus caballos. D. Pedro de Heredia, ya famoso en toda la comarca, por su valor y pericia en las armas, bajó también á la Corredera, llamando la atención de la concurrencia por el lujo con que se presentaba: cerca de la fachada de la cárcel estaba la fuente, no dejando hasta la otra acera mas que quince ó veinte varas de espacio; por éste atravesaba D. Pedro, buscando la vuelta al toro para hacerle una suerte de rejoncillo, cuando de pronto se le arrancó con tal acometida, que sin darle tiempo a huir, clavó ambos cuernos hasta las cepas, en el vientre de su hermoso corcel, poniendo á la vez en gran peligro la vida del caballero, quien, lejos de amedrentarse, sacó su espada, dando un revés tan grande en el pescuezo de la fiera, que se lo cortó, dejándoselo colgado solo del pellejo de un lado: toro y caballo quedaron allí muertos, saliendo después D. Pedro de Heredia, sobre otro hermoso animal, á recibir los plácemes y enhorabuenas que todos le prodigaban por la suerte que había tenido, si bien con la pérdida de su cabalgadura y sus costosos atavíos.