Por muy digno que sea un Entierro, el Muerto está Muerto

El sacerdote abrió los brazos.

-Roguemos por el alma de esta que aquí yace, nuestra querida patria, que hoy, desfallecida, lánguida, exánime, de cuerpo presente, se nos ofrece en su último momento”

“Señor sálvanos, de lo que ahora nos vendrá, guíanos por la senda tenebrosa de los futuros inciertos, y eleva en tu corazón a la que, durante tantos años, han querido destruir, y ahora muere, víctima de engaños”

Toda la iglesia repite las palabras de su guía espiritual.

-Ahora su ultimo defensor, el pobrecito ciudadano, leerá un panegírico sobre la finada.

Sube un hombre de cuerpo encogido, le tiemblan las manos, y lleva entre ellas un papel que se arruga a cada estremecer.

El hombre se coloca en el púlpito, después se adecua unas pequeñas gafas, de las de ver cerca y aclara la voz, se le nota que esta compungido, más cuando comienza a hablar.

-Querida madre, hoy nos dejas, más huérfanos que nunca, ¿Qué será de nosotros, abandonados a nuestra suerte?

Carraspea, le cuesta hablar, se le seca la garganta, le duele lo que dice.

-Tus otros hijos, los que se hicieron ricos a costa de los demás, aquellos que solo han estado por conveniencia en nuestra familia, ahora, en estos momentos terribles, nos dejan solos, pero, además, menospreciándonos, robándonos, e intentado aislarnos de cualquiera que se nos acerque.

-No lloran tu muerte madre, al contrario, como hienas, se vanaglorian de banderas que no dicen nada, solo son las enseñas del egoísmo, las que marcan las diferencias en lugar de los lugares comunes, como nos enseñaste.

Hace una pausa. Carraspea de nuevo, pero la voz no se aclara, está herida.

-Madre, es casi el lamento de un animal herido, ¿Qué hemos hecho nosotros?, cobardes que hemos dejado, que los peores de nosotros te maten, poco a poco, con el sufrimiento de una madre que calla todo por sus hijos.

-Madre, perdóname, perdónanos, por haberlo permitido, y juro ante todos los presentes, ante cualquiera que haya escuchado estas pobres disculpas, que serás vengada, que tu muerte no habrá sido en vano, que… un sollozo, como si fuera un estallido interrumpió el discurso, el sacerdote, viendo la situación, le cogió de un brazo y con suavidad lo sentó en uno de los sillones del coro, el hombre, ciertamente, parecía pronto a desmayarse.

El cura lentamente se acercó de nuevo al púlpito.

Se limpió las gafas con parsimonia.

-Hermanos, habéis oído lo mismo que yo, ¿creéis que os puedo dejar que os vayáis en paz?

Un murmullo de negación salió de las gargantas de los reunidos en el edificio, que parecía pronto a reventar por la cantidad de congregados.

-Hermanos, limpiad la hez de la tierra, vengad a la patria que hoy yace exánime ante nosotros, hermanos, a las calles.

Un griterío ensordecedor lo llenó todo, la gente salía a la calle con vítores hacia la patria que yacía muerta, ¿Qué sucedería?, nadie lo sabía, pero por lo menos, ahora hacían algo, por su madre…

Cualquier parecido con la realidad, personajes y lugares, es mera coincidencia.