¿Un Día de Sol?

¿Un Día de Sol?

             Ha salido el sol, ya se ha marchado, pero se ha mostrado, doy fe de ello, cuando he salido a fumar en el trabajo, me ha deslumbrado, poco tiempo, pues vergonzoso, se ha ocultado en un espeso manto de nubes.

             Ahora ha caído la tarde, el trabajo se fue, dejándome el cuerpo cansado, la mente destruida y la voluntad de buscar uno mejor, como siempre, lo que olvidaré, si es posible, mientras avanza el tiempo.

             Ha llegado mi amiga la noche, la cerrada, no la de anochecer, no, la que lo deja todo a oscuras, la que hace que las luciérnagas de los balcones del vecindario se enciendan con la peor luz que tienen, la que ilumina las zonas exteriores.

             He cenado, como siempre escaso, la comida fuerte, pero mala, cocinada en restaurantes, de menú, que es solo el tiempo de descanso, y confías en la cena, que te recortan cuando te comentan que tienes alto… y la retahíla parece no acabarse, sí, es cierto, tengo de todo, colesterol, úrico, transaminasas… ¿y nadie me pregunta como tengo los coj… de trabajar?, no, eso no, vaya a ser que el burro…, pero no, el burro no coceará, se conoce la canción demasiado bien, se ha gastado de cantarla, y ahora al fin, cuando todos han caído en un estado de inconciencia diaria, más fuerte que la del día, es cuando me encuentro bien, solo, mirando a esa ventana que apenas si tiene cielo que escudriñar, pero gracias a dios lo tiene.

             El cigarro, el bendito-maldito cigarro, con el que empieza a romperse el primer eslabón de la cadena que me tiene el alma aprisionada; la música, una pieza de jazz, Charlie Parker, Concierto en el Massey Hall en Canadá con Dizzy Gillespie, Bud Powell, Max Roach y Charles Mingus, en el cincuenta y tres, gloria para los oídos, si lo conoces, si no, deberías, la vida es demasiado corta como para no llenarla de cosas buenas, y las volutas de humo, las de siempre, elevan mi alma, la que parece muerta de día, llevándola a lugares insospechados.

             Me calmo, la música suena, evocadora, es universal, ¿Qué tienen en común un negro de Kansas conmigo, un blanco del sur de Europa?, nada, todo, ¿Qué más da?, lo que llega al alma, no tiene color, y el saxo me lleva por un lugar que solo él y yo conocemos, el tiempo se fracciona, se mantiene, se contiene, el cigarro mete el humo en mis pulmones, que aun sabiendo su afán dañino, me sienta bien, lo extraño del hombre, pero el saxo me lleva  de nuevo a un lugar aún más bello, me lleva a praderas perdidas, a lugares donde las nubes son blancas, y el calor nunca quema, si, es el saxo, ¿o quizás mi cansancio?, ¿Qué importa?, son segundos, pocos, pero magníficos, el saxo ya no suena, el cigarro se ha consumido, abro los ojos, miro por la ventana, ya no sé dónde mirar para ver el horizonte, solo veo al vecino, al de siempre, al que como yo, fuma, dentro de una vieja camiseta de las caladas, delgado, como si fuera un anuncio del hambre y feo como las mañanas un lunes, me saluda con el cigarro en la mano, donde la ceniza es más que el propio cigarro, que no se cae, y vuelvo a cerrar los ojos, pero no hay nada, solo oscuridad, los abro de nuevo, apago la luz y me marcho, mañana, no es lunes, pero casi, respiro fuerte, que no suspiro, no pasa nada, nunca pasa nada, pero mañana, maldito mañana, será como… y respiro aún más fuerte, maldito mañana.