Hoy, Mirando el Caralibro

Hoy, mirando el Caralibro, he recalado en las páginas de algunos de los que llevan mi sangre; me explico, soy de una familia grande, aunque no gran familia, y, como en casi todas, tiempo atrás, nos conocíamos, convivíamos, y compartíamos el hecho de estar unidos por lazos de sangre, que después se convertían, con la cercanía, en algo más, algo que representaba un valor importante.

Por desgracias, o por suerte, o simplemente por ley de vida, tu familia, esa familia grande, se reproduce y con el paso del tiempo, se extiende, se hace más grande, y tu sangre, la de ellos, se difunde, sea buena o mala, pero también, cierto es, que aquellos que tratabas, que convivías, ahora son algo diferente, por el trabajo, por el carácter de ellos, por el tuyo propio, y al final, se convierten en extraños, o cuando menos, alejados, y por supuesto, sus hijos, sus descendientes, pasan a ser personas extrañas, desconocidas, sus parejas más aun, y a los hijos de estas, no sé ni que nombre ponerles.

¿Es bueno, es malo?, no lo sé, la vida manda, sea bueno o malo, pero cuando como hoy, por causalidad, he visto a un hijo de un primo, a sus dos hijos, he sentido que ellos también, en sus caras, quizás en sus caracteres, tienen esa impronta de nosotros, de los que convivíamos; he visto en uno de ellos, la sonrisa de mi madre, en la del hijo de mi primo, la sonrisa de este…, no sé, supongo que seguimos siendo familia, desconozco en qué grado legal, o si se puede aún llamar así, pero al final, es como decía mi abuelo, “la sangre es lo que es, ráetela, si puedes”, y de vez en cuando, sin esperarlo, por cualquier nimiedad, vuelves a sentir esa sensación de cercanía, de rasgos comunes, y aunque sea mínima, sonríes, y piensas que es cierto, que nunca ninguno morimos, pues “cachitos” de nosotros, perduran en el tiempo, en el cuerpo y el alma de nuestros descendientes, aunque por desgracia no sepan ni quien eres.

Dedicado a los “González, y a los Cuevas”, y Lamas, y Junquito, y Ojeda, y Estepa, y Tejederas, y Losada, y Navas, y Montero, y a los de apellidos raros, extraños, extranjeros, desconocidos, a todos ellos, pues llevo partes de todos ellos, que se han dispersado en mis descendientes