Diario De Un Moribundo

Me acabo de reventar las piernas, dos horas en la máquina de correr, o mejor dicho, en la máquina pequeña hermana de la de la inquisición.

              Colesterol, triglicéridos, azúcar… y mucho más, que no es cuestión de cansarme escribiendo, lo que de sobras conozco.

              Otro día más, solo esperar, series en la tele, cartero que viene, ¿traerá certificado?, hoy es sábado, en teoría no, pero nunca se sabe, que por dar por el culo la administración se hace nabillo.

              Ya he publicado en Facebook, en Instagram, y en su puta madre, para el caso que me hacen, tampoco es eso, es que soy individualista al máximo, los grupos los llevo yo solo, los alimento con material original mío, casi una proeza, pero estoy hasta el forro de los huevos, el día que me levante atravesado, y son la mayoría, le van a dar por el culo a Cara libro y a su puta madre.

              Espero no pegarme hoy ninguna hostia, que tengo el mismo equilibrio que el mercado de futuros, me caigo en lo más llano, y ya el cuerpo no cura como cuando tenía… ya ni me acuerdo.

              Vaya barba que me estoy dejando, la leche, parezco el asesino de Cristo, pero ¡es tan cómoda!, eso sí, me da un aspecto de pordiosero que da miedo, pero a estas alturas ¿tengo algo que aparentar?, no, soy la efigie representativa de los tiesos, no tengo ni donde caerme muerto, bueno eso sí, pero que me tiran a la basura también.

              Y aquí estoy delante del teclado con la mano temblorosa, aprovechando que el Word tiene corrector, pues en otro caso, no me entendía ni yo, de tres letras que escribo suerte tengo si pongo dos en su sitio, la mano me tiembla, como si fuera pajillera, pero ¡que se le va a hacer!, cosas que traen los ictus, ¿o el ictus no tiene que ver nada?

              Recapitulemos, que la cabeza no va como en tiempos, casi ni va, las nieblas son cada día mas espesas.

              ¿Por qué digo esto?, por la hija de la gran punta de la nueva pitufa especialista, la renacida del olimpo de los muertos mal curados, la del diagnostico disperso, y la sabiduría meridiana en el coeficiente cero.

              Me explico, que yo lo tengo medio claro, pero el lector, si corrijo algún día este escrito casuístico, no se va a enterar de una mierda.

              Llevo ya tiempo jodido, bastante, casi cuatro años, declarados, más en callada y silente podredumbre, he perdido mis empresas, me he arruinado, la seguridad social, una vez que no tengo nada, me da el alta, dos años sin ver un duro, viviendo de la beneficencia de utilizar arma larga con los amigos, y van hace cuatro o cinco meses que he tenido un ictus, hace ya tiemp0o.

              ¡Bien, viva!, la medicina funciona, los médicos son unos monstruos, pero de los que dan miedo, más bien, pánico.

              Ahora todo cambia, no son solo las vertebras que tengo jodidas, en las cuales he perdido el Disco intervertebral, la C2, C3, C4, C5, y que me están matando, ni la rotoescoliosis, la columna retorcida, mucho menos la diabetes mellitus, ni los 780 en triglicéridos, ni siquiera el colon irritable con falta de vesícula, que me produce incontinencia, ni tan siquiera los continuos golpes, zarpazos que me doy en lo más llano, ni la artrosis, ahorra también, el puñetero Ictus.

              Estoy hecho de recortes de quirófano, pero lo más gracioso, para los demás, a mi me jode, es que no tengo dos diagnósticos iguales, cada uno a su puta bola, y la casa sin barrer.

              Y ¡Sorpresa, sorpresa!, el circo no ha terminado, consulta de delegada de los dioses, la Enana con ínfulas, cuatro minutos, sabihondilla, ridícula de aspecto, y con cara de haber descubierto que el resto de los mortales solo estamos aquí a efectos de poder jugar con nuestros cuerpos.

              Abre la boca, como si de ella saliera lo más surtido del oráculo, cuatro minutos, ni ha llegado, y emite el memorándum de la sabiduría médica, más bien de la humanidad, en suma.

“Todo es de la mente, ¿está usted yendo al psiquiatra?

-Si, le contesto, pero…

              Me mira contrariada, calla, y me observa fijamente como si fuera una ameba con displasia.

-La mente, lo he observado, sus temblores, son producto de su mente.

-Pero, y el Ictus.

-Es normal con su estilo de vida, además no le afecta en nada, la naturaleza al oírlo se para, posiblemente tenga que revertir mi ictus, para ponerse de acuerdo con las doctas palabras del prodigio del conocimiento.

              Unos segundos, y pienso “no bebo, solo fumaba, no he trasnochado si no ha sido para trabajar, y he reventado día a día, ¿ese estilo de vida es pecaminoso, o se merece que me desprecien por él?

-También tengo dos zonas con multitud de infartos cerebrales.

              Levanta uno de los labios con sorna.

-Eso es normal.

-O sea, pregunto, demencia senil.

              Vuelve a levantar la comisura, sonríe, pero no contesta, como si lo deseara.

-Pero la columna.

-Ahí no tiene nada.

-Pero el médico dice que sale borrosa la resonancia.

-Pero también dice que no ve nada anormal.

-Entonces, ¿me he curado?

              Sonríe con desprecio.

-Sería el primer caso.

-Pues en la primera resonancia aparece perfectamente.

– ¿La hizo en la seguridad social?

-No, por privado, le contesto, pero en el mismo lugar al que mandáis a la gente cuando no dais abasto, o se estropean vuestras máquinas.

-Eso no es importante, yo solo tengo la que se ha hecho aquí, e indica eso.

              Me mira con más arrogancia aun, como preguntándose, como un tripanosoma cordobensis tiene el valor de intentar refutar la sagrada palabra que sale de su garganta, cree en ese momento que la inquisición era algo que no debía de haber desaparecido.

-Esta es la válida, y señala a la pantalla de un monitor, del que creo que no se ha dado cuenta, solo puede ver ella, pero nadie duda de su inteligencia, rayana en la omnisciencia.

– ¿Y las caídas?, pregunto en mi inocencia, y por el dolor que me causan.

-Psicológico.

-En ese caso, ¿dejo las pastillas que su predecesora me mando para evitar otro ictus?

-No, continúe con ellas.

-Pero…

              Me mira como si fuera un niño subnormal al que hay que guiar hasta para sacudírsela.

– ¿Y la rehabilitación?, si es mental, no tiene sentido que la haga…

-Sigue con ella, ya me ha perdido el mínimo respeto, me ningunea más, me tutea, cuando posiblemente… qué más da.

-Así que….

-Nada, nada, al psiquiatra, agacha la cabeza.

              Su tiempo conmigo ha terminado santa palabra, la pitonisa ha hablado, y los imperios e doblegan a sus profecías.

              La miro por última vez, y siento pena por un mundo que ha creado seres como aquel, como el aborto sin sentimientos, que hace como que mira unos papeles que no contendrán nada, solo esperando que mi mezquina presencia desaparezca.