Llueve

El horizonte es gris, gente en la calle, máscaras de blanco, cada vez de más colores.

              Y el final que no llega. ¿Conocerán las nuevas generaciones un mundo sin pandemia, sin escondites, sin quedarse en casa? No creo. No lo sé.

              Esperanza. Puede ser, quizás algún día. Ahora la serpiente se abre paso entre las calles vacías.

              Pantallas, miles de pantallas, teclas de teclado, soledades, angustias, y las ventanas que no dejan pasar luz, o eso parece.

              Caras blancas, que miran paredes blancas, tras de las ventanas, mundos de plástico, y techos que caen sobre cabezas cansadas. ¿Qué pecado hemos cometido?

              Y las calles que continúan solas, levantas la cabeza, tanto como tu cuello te deja y miras, pero nada, solo de vez en cuando el rostro oculto tras una mascarilla. Policías que buscan en la niebla, navegantes cazando locos. Ser cuerdo cansa.

              Oyes la música, parece la misma, y no lo es, la pantalla se vuelve blanca con el tiempo, nada nuevo cuenta, nos ofrece la maldad de los que deberían de cuidarnos. Ancianos. Abandono. Pobreza. Olvido. Desidia. Promesas rotas. Oligarcas de la muerte.

              Miras por la ventana. Nada. Soledad. Teclado. Pantalla. Todo sigue igual. Todo pasa, nada llega, y el día imposible, no termina, mata y muere cuando el sol se oculta, las sombras no se abren, y la mirada en el techo, las manos tras la nuca, y nada cambia, ¿Qué miras? Nada. Siempre nada. ¿Llegarán tiempos mejores?

              Miras por la ventana. Nada. Promesas de hienas. La vida sigue. ¿Cómo?

              La lluvia cae, limpia el suelo. Cielo gris. Ventana. Soledad. No hay caras.