Cartas Desesperadas a Nadie

Como estoy regular de la cabeza, me permito, ¿Quién me lo va a impedir?, iniciar una serie de opiniones, en la esperanza, de que, como todas, sean ignoradas por aquellos que podrían tener el poder para evitar las situaciones que sufro, veo, o padezco, como el resto de mis congéneres en el sufrimiento, léase españoles, esa especie lista a desaparecer, víctima de una imbecilidad digna de subir a los altares.
¿Por qué esto?
Buena pregunta onanista, pues a nadie le interesa, pero a pesar de todo y de todos, escribo sobre la falta de cerebro, voluntad y estupidez de nosotros, los españoles, los de mi tierra, los de mi planeta, a fin de cuentas, todos.
Somos una pandilla de borregos, que, viendo la puerta al matadero, nos preguntamos con una estúpida sonrisa, ¿Qué de bueno habrá tras de ella?, pues a partir de ahí, más bien al atravesarla, pensamos hallar lo que nos han prometido, la gloria, sin saber que es a filo de cuchillo de carnicero, por demás cortante como el alma del diablo.
Sabedor de que pasará inadvertida como todo lo que escribo, no por ello me rindo, pues soy empecinado hasta límites insanos, cualquiera que me conozca puede afirmarlo sin ningún tipo de reserva.
Todo lo aquí escrito, seguro que será equivocado, de poca razón o desestimado por falta de argumentos de peso; pero no por ello, voy a cejar en mi empeño, esperando a que alguien en algún lugar equivocado, lea esto, y por una centésima de segundo, piense en lo que escribo, y saque alguna conclusión, cuestión extraña, pues compito con los alienadores extremos de Youtube, Twiter, y mil palabros más, que por ser de nombre inglés son más acertados que cualquiera de los enunciados en la lengua de Cervantes.
Me he propuesto que ninguna de mis opiniones sea de más extensión que la de un folio, limitación que, seguro que romperé en más de una ocasión, pues para eso son los límites, para saltarlos de vez en cuando, o como yo, convertir esto en la norma.
Por supuesto sé que muchas de mis opiniones son o serán motivo de preocupación por parte de aquellos que me conocen de manera superficial, pues los que realmente si saben de mí, estarán al corriente, que, de harto, no soy persona de consensuar y entender, sino más bien, bestia a la que dejar con su opinión, pues no me bajaré del burro, y por supuesto no soy conformista en cuanto a mi pensamiento, de tal manera que provocaré más mala gana que buena.
Basta de perorata, que tiene menos sustancia que el hueso de una aceituna, dejemos que el tiempo rellene los huecos, así sabré, sabremos, si seré capaz de continuar mi solitario camino, o de aburrirme de no conseguir nada, y dejar esta como primera de las pocas o ningunas opiniones expuestas. ¿Qué será…?
A Veinticinco de Octubre de Dos Mil Veinte.