La Fábula de la Anciana y de la Niña

La Fábula de la Anciana y de la Niña.

La mujer mayor miraba el horizonte que se manifestaba en toda su belleza, ni se dio cuenta de la niña hasta que ésta habló.

-¿Qué miras?, le dijo con una voz sin formar.

-Algo que pronto ya no veré.

-¿Y eso es malo?

-Ahora ya no,- dijo la anciana.

La niña calló unos instantes.

¿Quién eres?, le preguntó la niña.

-Algo que se apaga para que tú brilles, yo me iré, y tú te quedarás.

-¿Por qué te tienes que ir y a dónde?, insistió la niña.

-A un sitio, que ahora, me parece mejor, para que tú puedas ser, yo no seré.

-¿Has hecho algo malo? -le volvió a inquirir la niña.

-Cosas buenas, cosas malas cosas estúpidas, de toda clase de uvas es el racimo de mi vida. Como tú misma harás.

-¿Puedes ver el futuro?

-No, solo te puedo decir en qué me he equivocado, en que he acertado. Mi vida fue, tu vida será.

-¿Qué seré?

-Ante todo una mujer, alégrate, apénate, tu vida será dura, y tú tendrás que serlo, los obstáculos serán más altos, los problemas parecerán insalvables, pero no te hundas, sobrevive, crece, porque en ti están las nuevas generaciones, transmite tu saber, tu fuerza a los que nazcan de ti, si te vences, perderás, si esperas la igualdad, te defraudarás, pero piensa siempre que tras un día terrible, el siguiente se siente mejor.

Una lágrima cayó del bello rostro de la niña. La anciana, la recogió con el dedo.

-Ves, ésta lágrima es la primera que darás al mundo, el precio de conocer algo que sólo las mujeres podemos hacer, a pesar de todo, a pesar de todos, sólo nosotras podemos engendrar la vida, con el dolor, pero con la fortaleza de un árbol, que nace a despecho del desierto. No llores niña, sabrás el viejo secreto que nadie nos puede robar, como dar la vida, y con todo, será algo que sólo nosotras podemos hacer.

La anciana se levantó, le señaló la roca en la que había estado sentada.

-Siéntate, pequeña, sufre, vive, ama, y algún día, como yo, mirarás el mismo horizonte, te marcharás sin pena, como yo, a pesar de los errores, del sufrimiento de la vida, porque eres la única que dejarás una llama indeleble en los tuyos, eso no nos lo puede quitar nadie.

La anciana con paso vacilante se alejó, y la niña miró al horizonte, la anciana supo que le había dejado un mundo un poquito, solo un poquito mejor, y se marchó feliz, donde el horizonte se pierde en la mirada.

Dedicado a todas mis mujeres, dedicado a todas las mujeres.

Pedro Casiano González Cuevas. 2.018