Ana María de Soto

No hay ninguna descripción de la foto disponible.

Mujeres Cordobesas que dejaron huella.

De esta persona, lo único que me molesta, es la falta de información que existe acerca del personaje, ¡qué pena que no fuera inglesa!, o de USA, allí sería motivo para películas, libros y series, que individuos cuya vidas merecen como mucho dos líneas, tienen cumplidos sus escasos méritos como si estos fueran épicos, siendo al comparar con ella, liliputienses ante la figura de esta colosal mujer.

Perdonadme, pues que a falta de hechos imagine algunas cosas de esta mujer extraordinaria, trate de ponerla en contexto, e intente adivinar pensamientos que al final son solo míos.

Imaginemos Aguilar de la Frontera, bello pueblo, pero en aquellos mil setecientos, lugar de avatares y necesidades, y coloquemos allí a Ana María, hija de un humilde panadero, suponemos que con un futuro triste y sombrío como correspondía a las fechas, salvo que tuviera posibles, cosa que suponemos no tenía.

Pues la chica con quince años, si quince, se le mete en la cabeza conocer mar, pero no en plan turista, sino con un arma al hombro, y sin pensarlo dos veces, se disfraza de hombre, y con dos cojones (perdonad), se atrocha al camino a Cádiz, que es como decir, irte a la Mongolia superior en bicicleta.

Doscientos treinta kilómetros, una mujer sola, pensando quizás en la gloria, quizás en la fortuna, o lo normal en aquellos tiempos, escapar de un negro futuro y del hambre.

Pero llega, ya con dieciséis, apenas una niña, pero con más carácter que cualquiera, y se enrola en lo más duro del ejército español, la Infantería de Marina.

Os explico cómo era este cuerpo; por si no lo sabéis es el Cuerpo de Infantes de Marina más antiguo del mundo, los demás, marines incluidos, a chupar rueda. Creado por Carlos I en 1.573, era un cuerpo especial que luchará en los barcos y tomará parte en los desembarcos, entonces se llamaban Tercios de Armada, pero la divisa sigue siendo la misma ¡Valientes por tierra y por mar!

El 26 de Julio de 1.793, así tenía que ser de carácter, consiguió alistarse, y comerse los cinco meses de instrucción, que en aquellos tiempos era la más dura que existía, con todos los inconvenientes de ocultar su condición, y bregar con la pandilla de bestias pardas que eran los componentes de ese cuerpo.

Que se sepa fue la primera mujer que se alistó en los llamados entonces Batallones de Marina. En la Sexta Compañía del 11º Batallón de las Tropas de Marina, y allí embarcó en uno de los navíos, la Fragata Mercedes de 34 cañones, a luchar contra los franceses en el marco de las guerras revolucionarias francesas.

Allí participa en la defensa de Rosas, un enfrentamiento duro, por lo que suponemos que tuvo que dar caña, ¡menuda tenía que ser!, que allí Infante que se arrugaba, se le pasaba por la quilla. Después tomo parte en los conflictos de Aljama y Bañuls.

Ahora Antonio María de Soto, era un infante cuajado, recio de batalla, y probado, así era llamada, pues adoptó el nombre de su hermano.

Voy a hacer una pequeña reflexión acerca de la vida en mar de esta heroína, imaginaros vosotras, que lo sabéis, que nosotros no, ¿cómo se oculta, en un barco hacinado de gente, con letrinas que apenas si son agujeros en el suelo, los dolores, las inconveniencias de los días malos, sin ningún tipo de apoyo, de diferenciación, entre bestias de soldados?

Fuerte, lista y de carácter de hierro, ¡vaya mujer!, para que después digan que ellas no tienen sitio en el ejército.

Pero vamos que si quería jaleo, era la época, ahora a bordo de la misma fragata, a Cabo San Vicente, a enfrentarse con los ingleses, como es deber de cualquier español, allí, a pesar de contar con el barco más grande del mundo, el Santísima Trinidad, con 130 cañones, nos dan pocas los hijos de la Gran Bretaña.

También participa en la defensa de Cádiz a bordo de una lancha cañonera, apuesta arriesgada, pero muy eficaz por su movilidad y maniobrabilidad.

Pero nuestra heroína, embarca en la fragata Matilde que también había participado en la batalla del cabo San Vicente, pero para que la conozcáis mejor, sabed que había cumplido el periodo obligatorio de cinco años, la puñetera se reengancha, que tenía más ardor guerrero que la mayoría de los varones.

Pero llega la mala suerte en forma de fiebres, y claro, cuando el médico la reconoce, no reconoce nada de lo que tiene debajo del uniforme, imaginaros en aquella época lo que supondría para el ejercito que una simple mujer, cuya función era cuidar de la casa y tener hijos, hubiera estado matando ingleses, ¡Qué horror! ¡Qué vergüenza!, que bajón para los tíos que se creían que eran los únicos que tenían cojones, ella tenía para exportar.

Supongo que sus compañeros que no había servido con ella hablarían mal, pero nadie podría decir nada de aquella mujer que codo a codo con ellos se había jugado la vida tantas veces.

Pero ya sabemos como era la época, la hacen confesar, como si ella pudiera ocultar ahora su condición, y mandan la historia a Palacio, para que desde allí, le impongan el castigo más duro que pudieran, buena gente.

Pero Carlos IV, nadie sabe por qué, lejos de castigarla, la nombra sargento Mayor con una pensión vitalicia diaria de dos reales, una pasta en aquellos tiempos.

Deja el ejército y vive de un estanco en Montilla.

¿Un final feliz?, ¿en España?, venga ya… aquí contra más te lo mereces más te jod…

Llega la regencia del lerdo de Fernando VII, y con ella la retirada de lo conseguido, que aquí, ningún héroe debe de morir con cuartos, menos una heroína, y Ana María se diluye en la neblina de la historia, sin saber realmente como terminó aquella que tanta gloria merecía y tanto fue despreciada por el país por el que arriesgó su vida tantas veces.

¿Qué la llevó a enrolarse en uno de los cuerpos más duros del ejército, además siendo de tierra adentro?, ahí caben las fantasías, el mar, el uniforme visto de algún soldado, nadie lo sabe, lo único que si sé con certeza, es que muchas de las cualidades de las mujeres cordobesas, están en ella, y ella está en el carácter de nuestras mujeres, el orgullo, el valor, la tenacidad… ¡podría enumerar tantas!, pero baste con saber, con reconocer a una gran mujer, que además de heroína era cordobesa. Casi ná.

©Pedro Casiano González Cuevas 2.018