La Conquista De España (Tercera Parte)

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Colección De Tradiciones Relativas A La Conquista De España (Tercera Parte)

Moguits caminó hasta llegar a Córdoba y acampó en la alquería de Xecunda, en un bosque de alerces que había entre las alquerías de Xecunda y Tarcail.

Desde aquí mandó algunos de sus adalides, quienes cogieron y llevaron a su presencia a un pastor que andaba apacentando su ganado en el bosque.

Pidióle Moguits noticias de Córdoba, y dijo que la gente principal había marchado a Toledo, dejando en la ciudad al gobernador con 400 defensores y la gente de poca importancia.

Después le preguntó por la fortaleza de sus murallas, a lo que contestó que eran bastante fuertes, pero que, sobre la puerta de la Estatua, que es la del puente, había una hendidura, que les describió.

Llegada la noche, se acercó Moguits, y favoreciendo Dios su empresa con un fuerte aguacero, mezclado con granizo, pudo con la oscuridad aproximarse al rio, cuando los centinelas habían descuidado la guardia por temor al frio y a la lluvia, y sólo se escuchaban algunas voces de alerta, dadas débilmente y a largos intervalos.

Pasó la gente el rio, que sólo distaba del muro 30 codos, o menos, y se esforzaron por subir a la muralla; más como no encontrasen punto de apoyo, volvieron a buscar al pastor, y habiéndole traído, les indicó la hendidura, que, si bien no estaba al haz de la tierra, tenía debajo una higuera.

Entonces se esforzaron por subir a ella, y después de algunas tentativas, un musulmán logró llegar a lo alto. Moguits le arrojó la punta de su turbante, y por este medio treparon muchos al muro.

Montó Moguits a caballo y se colocó delante de la puerta de la Estatua, por la parte de afuera, después de haber dado orden a los que habían entrado de que sorprendiesen la guardia de esta puerta, que es hoy la del puente (en aquel tiempo estaba destruido, y no existía puente ninguno en Córdoba).

Los muslimes sorprendieron, en efecto, a los que guardaban la puerta de la Estatua, llamada entonces de Algeciras, mataron a unos y ahuyentaron a otros, y rompiendo los cerrojos, dieron entrada a Moguits con todos sus compañeros, espías y adalides.

Moguits se dirigió al palacio del Rey; más éste, al saber la entrada de los musulmanes, había salido por la puerta occidental de la ciudad, llamada puerta de Sevilla, con sus 400 o 500 soldados y algunos otros, y se había guarecido en una iglesia dedicada a S. Acisclo, que estaba situada en esta parte occidental, y era firme, sólida y fuerte.

Ocupó Moguits el palacio de Córdoba, y al siguiente día salió y cercó al cristiano en la iglesia, escribiendo a Tárik la nueva de la conquista.

El destacamento que fue hacia Rayya la conquistó, y sus habitantes huyeron a lo más elevado de los montes; marchó enseguida a unirse con el que había ido a Elvira, sitiaron y tomaron su capital, y encontraron en ella muchos judíos.

Cuando tal les acontecía en una comarca reunían todos los judíos de la capital, y dejaban con ellos un destacamento de musulmanes, continuando su marcha el grueso de las tropas.

Así lo hicieron en Granada, capital de Elvira, y no en Málaga, capital de Rayya, porque en ésta no encontraron judíos ni habitantes, aunque en los primeros momentos del peligro allí se habían refugiado.

Fueron después a Todmir, cuyo verdadero nombre era Orihuela, y se llamaba Todmir del nombre de su señor (Teodomiro), el cual salió al encuentro de los musulmanes con un ejército numeroso, que combatió flojamente, siendo derrotado en un campo raso, donde los musulmanes hicieron una matanza tal que casi los exterminaron.

Los pocos que pudieron escapar huyeron a Orihuela, donde no tenían gente de armas ni medio de defensa; más su jefe Todmir, que era hombre experto y de mucho ingenio, al ver que no era posible la resistencia con las pocas tropas que tenía, ordenó que las mujeres dejasen sueltos sus cabellos, les dio cañas, y las colocó sobre la muralla de tal forma, que pareciesen un ejército, hasta que él ajustase las paces.

Salió en seguida a guisa de parlamentario, pidiendo la paz, que le fue otorgada; y no cesó de insinuarse en el ánimo del jefe del ejército musulmán, hasta conseguir una capitulación para sí y sus súbditos, en virtud de la cual se entregó pacíficamente todo el territorio de Todmir, sin que hubiese que conquistar poco ni mucho, y se les dejó el dominio de sus bienes.

Conseguido esto, descubrió su nombre, e hizo entrar en la ciudad a los musulmanes, que no encontraron gente de armas ninguna, por lo cual les pesó lo hecho; pero cumplieron lo ya estipulado, y después de haber puesto en noticia de Tárik las conquistas alcanzadas, y de haber dejado allí algunas tropas con los habitantes, marchó el grueso del destacamento hacia Toledo para reunirse con Tárik.

Moguits permaneció tres meses sitiando a los cristianos en la iglesia, hasta que una mañana vinieron a decirle que el cristiano (principal) había salido, huyendo a rienda suelta en dirección a la sierra de Córdoba, a fin de reunirse con sus compañeros en Toledo, y que había dejado en la iglesia a sus soldados.

Moguits salió en su persecución solo, y le vio que huía en su caballo alazán en dirección a la aldea de Catalavera (sic).

Volviese el cristiano, y así que vio a Moguits, que aguijaba su caballo para alcanzarle, turbóse, y abandonando el camino, llegó a un barranco, donde su caballo cayó y se desnucó. Cuando llegó Moguits, estaba sentado sobre su escudo y se entregó prisionero, siendo el único de los reyes cristianos que fue aprehendido, pues los restantes, o se entregaron por capitulación o huyeron a Galicia.

Después volvió Moguits a la iglesia, hizo salir a todos los cristianos, y mandó se les cortase la cabeza, tomando entonces esta iglesia el nombre de iglesia de los prisioneros.

El cristiano principal permaneció preso para ser conducido ante el emir de los creyentes.

Reunió (Moguits) en Córdoba a los judíos a quienes encomendó la guarda de la ciudad, distribuyó en ella a sus soldados, y se aposentó él en el palacio.

Tárik llegó a Toledo, y dejando allí algunas tropas, continuó su marcha hasta Guadalajara, después se dirigió a la montaña, pasándola por el desfiladero que tomó su nombre, y llegó a una ciudad que hay a la otra parte del monte, llamada Almeida (la Mesa), nombre debido a la circunstancia de haberse encontrado en ella la mesa de Salomón, hijo de David, cuyos bordes y pies, en número de 365, eran de esmeralda verde. Llegó después a la ciudad de Amaya, donde encontró alhajas y riquezas y volviendo a Toledo en el año 93.