La Anciana Y La Realidad Económica

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La Anciana Y La Realidad Económica. Un Cuento Mentiroso, ¿No Es Cierto?

Luis miró a través del amplio ventanal, vio como la echaban fuera, había gritado, llorado, rogado, mil cosas; pero como si fuera eso, una cosa, la echaron a la calle, como algo que no merece la pena que ocupe la atención de nadie, para eso estaban, para evitar que molestaran a los que estaban esperando allí, con toda la educación del mundo, como no podía ser menos.

Sintió la punzada, el padrastro lo estaba matando, la espera se le hacía insoportable, además, a pesar del hilo musical, se oía el lamento de la vieja, que emitía un sordo quejido de dolor, no como el suyo, más profundo, más de matar por dentro, pero él no tenía la culpa.

A pesar de todo, la miró de nuevo, era mayor, ¿Cuánto?, quizás sesenta, quizás más, en algún tiempo fue guapa, ahora era solo algo que aprecia más un espantajo que otra cosa, ¿Qué querían que hicieran?, ¿esperaba otra cosa?, ¿en qué cabeza cabía?, si no tenía seguro, no tenía, ¿Qué pretendía, que los que lo pagaban, permitieran que alguien que no lo tenía, hiciera uso de él?, no, seguro que no.

Los transeúntes la evitaban, mientras, continuaba con la letanía, se agarraba el estómago y gritaba como con sordina, “que lo hubiera pensado”, se le dio a todo el mundo cinco años para que se hicieran un seguro, la seguridad social, no podía aguantar más, se estaba comiendo la economía, más cuando los que más consumían, eran los que menos aportaban, la mayoría eran pobres, pero pobres de solemnidad, y todos, incluso los parásitos, sabían que no tenían derecho a que estuvieran los hospitales, el sistema sanitario completo a su merced, debía de acabarse, y se acabó, miró a la vieja, ¿Es que no tuvo tiempo?, sonrió, se lo merece, pero al sonido del dolor, sintió una punzada en el estómago.

Pero la punzada se mitigó, sabía que pronto estarían allí para recogerla los servicios sociales, algo que no deseaba a nadie, pero que por lo menos la intentarían curar, si llegaba alguien con el dinero para ello, cosa que dudaba, pero también sabía que la eutanasia, que no le cobrarían, no era algo tan malo.

Comenzó a llover, era invierno, para la mujer que se retorcía en la calle, sería algo terrible, sintió algo en el estómago, como para levantarse, pero la mujer se retorció apenas un par de veces, y abriendo la boca, se quedó inerte, con unos ojos glaucos que lo miraban, sintió algo ácido, algo físico, dolor, no supo por qué, pero se sintió mal.

-Luis Monforte, puede pasar, -oyó decir a la enfermera.

Sonrió, pensando que era solo una menudencia, el padrastro, lo realmente importante, iba a ser sanado, lo demás… pues eso.

No volvió a acordarse de la anciana, no quería, no quiso, la olvidó, pero el ácido que le venía al estómago, aparecía cada vez que veía a una mujer mayor…