Quiero Morir en una Isla…

Quiero morir en una isla, yo que nací tierra adentro, quiero acabar entre las marismas velado.

Yo que nací al arrullo del Guadalquivir, entre las cañas dulces de antaño, ahora quiero el olor de marisma que acompaña a las sirenas de los pescadores barcos.

Yo, que viví en el trafago del color fuerte del páramo secano, quiero deambular por la orilla de un atardecer, tras de mi sombra buscando, ese color imposible que nace del mar cuando rompe contra los acantilados.

Mi vida que dejé, en el afán de la misma vida, en la que subí hasta la montaña más alta, y dejándome caer, bajé al infierno mas profundo, y ahora quiero, solo mirar, cómo se esconde el dorado, acunado tras de la línea de los caireles blancos de esas olas que traen, tras del ruido, el remanso.

Amortajé mi alma, con la sábana del destruir mi cuerpo en la fragua del solano, deambulé por el camino ceniciento, de terrones cuarteados, que me secó el alma, y ahora quiero, con esa misma alma cansada, amaneceres dorados, y que, en mi último gemido, me canten, desde las alturas, esas aves que chillan en los calados lejanos.

Caminos de arena y agua, sal que el viento acarrea en su mecer, y allí quiero finalizar, mojado de mar, húmedo de marisma, entre conchas y espuma de aguas de imposibles esmeraldas y azules.

Aquí, mirando la ventana, por la que nada se ve, veo como el que no ve, el aliento del mar calmado, el atardecer de un sol que se adormece, y cerrar mis cansados ojos querría, en el salobre manto de las marismas infinitas.