Exageraciones Sanitarias

Hoy he ido al médico, me he puesto un recordatorio en el frigorífico, en mi móvil antediluviano, mis amigos que no llamará ninguno, también están avisados, ¿y por qué?, porque llevo esperando va para el año, cuando entre será el momento después de trescientos setenta y ocho días.

Pero estoy contento, es un especialista, me duele el ojo, mas menos desde hace mil años, sin exagerar, el caso es que fui a urgencias y me dijeron que tenía una infección, una mierda para ellos, que eso de ser hospital universitario, significa realmente que lo es, un sitio donde dejan que los que no tienen ni puta idea, hagan perrerías con los más abandonados de los pobrecitos confiados, que no creen que existan tanta maldad.

Pues bien, sala de espera, putos veintisiete grados del Falconetti, y de la madre que lo parió, tengo los cataplines que me lloran en los pantalones, pero espero, hay como dos millones de personas antes que yo, pero cualquiera se va, que llevo un ojo cerrado desde que me acuerdo, que me duele como si le pagaran por joder, ¿qué me voy a ir?, aquí aguanto como un muerto en una mina.

Algunos huelen a que no tienen cuarto de baño, o que se les ha pasado de fecha, son de los sobaco trabajado, los de entrepierna con una discapacidad, la de echarle agua, de los que le agarra lo que haya abajo, si se sientan con el potorro o la pichilla al aire, pero todo se aguanta, me va a ver un especialista, la hostia, que gusto, como si fuera de pago, pero miro a los que me rodean, si es para ricos lo que veo, quiero sr pobre, cuanto abandono, que no es culpa suya, lo sé, pero la bofetada en la boca, el aire que se mastica, tampoco hacen ganas de volver.

Enfermera que sale con más mala cara que los pollos del Carrefour, -es usted, y dice mi nombre-, no es difícil, de los de toda la vida, pero le cuesta, supongo que recién despertado a cualquiera le cuesta.

Médico agarrado, que ya ha hecho la mili o casi, gotitas, aparatos, espere, salga que haga efecto, diez minutos, media hora esperando con suerte, y como no te echan gotas…, las cinco horas perdidas es con suerte, y aguantas lo que te echen que eres el león del ambulatorio, o más bien el tonto del especialista, me da igual, pero yo me quedo, ese ojo me lo arreglan o… me jodo, como llevo bastante tiempo.

Todo arreglado, que el nota sabe, una enfermedad inglesa, con lo español que soy, me habré pegado a un extranjero sin haberme dado cuenta, un tratamiento, asegura con aplomo, de mucho tiempo, y por supuesto tres veces al día unas gotas, y todo va a ir de puta madre, voy a ver hasta lo que no se puede ver, la alegría me sale, ha merecido la pena la jodienda, la espera de mil años o más.

-Le recuerdo que las gotas no se las puedo recetar por el seguro.

Hostia, al final siempre te dicen que no arranca, que está bien, pero que no arranca.

– ¿Y son caras?, -pregunta que sale del miedo que me tiene encogidos los que me sudan, aunque solo en el sentido… me da igual.

-No mucho, unos treinta euros.

– ¿Y cuánto duran?

-Una semana.

Esos mismos huevos rebotan contra el suelo, hay cascarillas por todos lados, se me han roto sin remisión, aunque para lo que servían…

Cuatro semanas por treinta, ciento veinte, cobro cuatrocientos veinte euros durante seis meses cada dos años…pienso, no es que sea muy listo, pero con treinta euros me como un puñado de latas de atún, así que al final pienso que con un ojo también se ve, para lo que hay, no merece la pena ni gastarlos.

Y ahora me pregunto, ¿sigue la Seguridad Social o es un quedo?, no lo sé, se lo preguntaré a los que son más listos que yo.