Hoy es la Tarde

Hoy es la tarde, sombría, húmeda de calle mojada por necesidad, y anhelo de agua, y a pesar de que escribí sobre lo que pensaba esta mañana, extrañamente, se me ha abierto el apetito de lo negro sobre lo blanco, no demasiado, solo lo suficiente para que pueda susurrar algo a oídos que quieran escuchar.

El cristal mojado, mañana serán manchas, pero aún no lo son. He comido Ucrania de nuevo, es sopa diaria de realidad clavada en alma, imposible de curar, de llevar siquiera, pero ahí está, con todo, a pesar de todo.

Suspiro. Cansancio. Miro como pasan por la calle, son jóvenes y no tanto, que a pesar del agua caída, de que el frío arrecie, salen buscando algo que los aleje de la soledad, agrupándose, olvidando el hastió del trabajo, inyectándose la música de golpes como si no hubiera mañana, esperando que esa noche, quizás más, que la piel de otra persona les acompañe en su cama y caminan, se pierden y en otro lado renacen, es la caravana del deseo de los jóvenes, de los solitarios, de los abandonados, es viernes y continúa lloviendo.

Viene negro, no solo el cielo, también el futuro, frio, de hambre que no es hambre, pero que al final lo es para algunos; tiempo de cosas que terminan, de conceptos que cambian, de columnas inamovibles que, incompresiblemente, se han movido, ¿qué nuevos templos sobre ellas nacerán?, lo imagino y me da miedo, y no soy cobarde ni tibio, pero los jinetes vuelven a aparecer, espero que solo sea el producto de una mala digestión.

Suspiro de nuevo, me coloco los brazos en las rodillas y miro al bloque de enfrente, alguien mayor, fuma en la ventana, asustado de contaminar el resto de la casa, sonrío, no es malo ni bueno, pero sonrío, yo que he sido fumador, sonrío porque puedo, ahora no es necesario, ¿lo fue?, posiblemente, no lo sé, ¿es importante?, quizás, o posiblemente no, pero el vecino, el que fuma, me mira, levanta la cabeza y con una sonrisa me saluda, vuelvo a tener algo de fe en el ser humano, solo por una sonrisa, con que poco nos conformamos, ¿tan mal estamos?