12. Pablo y Rosa. La Profecía

Cerraron el interrogatorio, y mandaron el caso al Juzgado.

             Salió al pasillo y llamó al agente que estaba esperando en la puerta.

– Lleve al detenido a las dependencias.

             Entró en la sala de interrogatorios, miró a Antonio, y aprovechando que estaban aún solos le preguntó en voz baja.

– ¿O me das algo o te jodo?, -le puso la cara a dos centímetros de la suya.

– Yo no sé nada, -el muchacho le puso cara de niño bueno.

– Ya veremos, -se dio la vuelta, supo que nada podía sacar ya de allí.

             En ese momento entró el Agente y se llevó al detenido.

             Salió de la habitación. Se encaminó a su despacho, aún no muy convencido de que fuera el camino correcto en aquella enorme Comisaría.

– ¿Maldonado? -oyó una voz que le llamaba por su nombre.

             Miró y vio al Inspector Jefe, que le hacía señas con la mano para que se acercara.

             Vestido de uniforme, derecho como una vela, cincuenta años de Policía de la vieja escuela.

–  A sus órdenes -se cuadró, tieso como un palo.

– Bien, Maldonado, ¿cómo ha ido su primera detención?, -el Inspector Jefe lo mira de arriba a abajo, intenta saber de qué va.

– Creo que bien, señor, -Pablo sigue firme como una piedra.

– ¿Pruebas?, -el Inspector Jefe levanta la mano como señalándole.

– Creo que concluyentes, -no mueve ni un músculo.

– Bien, -el Inspector Jefe da la vuelta en una loseta y se marcha.

             Pablo se imaginó, más bien supo con certeza, que se había leído el atestado y el informe de cabo a rabo, pero el mando es así…

– Siga así, Inspector, le veo futuro,

El Inspector Jefe se para.

– A sus órdenes, -Pablo vuelve a estar firme.

– Escuche, al Subinspector Montes lo he puesto en su equipo, un elemento muy valioso, y muy introducido en la ciudad, déjese informar por él, lo tenemos en gran consideración aquí, y a usted, por supuesto.

Termina de hablarle y sigue su camino.

– Muchas Gracias Señor, así lo haré.

Pablo pensó que se quedaría con lo de «elemento valioso»

– Continúe.

Pablo imaginó que mandaba hasta de espaldas el puñetero.

             Se alejó del Inspector Jefe sabiendo que le había estudiado de cabo a rabo, intentando hacerse una mejor composición de él.

             Subió las escaleras pues no había utilizado el ascensor aún, y solo sabía que su despacho estaba en la primera planta.

             Lo encontró sin dificultades, recogió su chaqueta dispuesto a marcharse.

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