11. Pablo y Rosa. La Profecía

Santos cogió el legajo y lo movió ante los ojos del Letrado.

– No, pero…, -Céspedes puso la mano delante de su cara como quitándole importancia.

– Bien, -Santos tiró el informe en la mesa con desgana.

– En este caso, -el abogado levantó la cabeza-, deben de mandarlo al Juzgado o en todo caso, proceder a su puesta en libertad.

– Será lo primero, además ya tiene antecedentes, -comentó Montes.

– Sí, pero delitos menores.

El abogado pone cara de dignidad ofendida.

-Mi defendido no ha pisado la cárcel.

– No se preocupe.

Santos hace un mohín con socarronería.

– Que yo me encargo de que gaste alguna loseta del trullo.

– Bien.

El abogado cruzó los brazos indicando que todo ha terminado.

-Es su decisión.

– Rafael.

El letrado se levantó y se acercó a Montes.

– ¿Puedes salir conmigo un momento?

             Pablo se imaginó que el aparte era para poder hablar con Montes, al que parecía conocer, del detenido.

Salieron de la habitación Montes y el abogado, y no había ni cerrado la puerta, cuando Luis Céspedes le espetó.

– ¿Qué te pasa?, Rafa.

Abrió los brazos exageradamente.

– Inspector nuevo, Maldonado, -Montes lo miró con cara de resignación, “que te den”, pensó.

– No me jodas, -Céspedes puso los brazos en jarra, mientras se movía acercándose y alejándose de él.

– Viene apretando, que quieres que te diga, no le debe favores a nadie, primera detención, no la va a estropear.

– ¿De qué va este, quien se cree que es?

Céspedes se enfrentó a Montes acercándole la cara.

– Luis…

Montes se acerca más todavía.

-Que lo hemos cogido con las manos en la masa, más de dos mil prendas piratas.

– Pero, ¿quién es el Inspector, este Maldonado?

– Perro de presa, tercero de la promoción, y viene con los avales de arriba como si le pusieran escalera. Mala suerte.

-Sí que lo es, entonces ¿va a joder al Antoñín?, -le pregunta a Montes con preocupación.

– Como si lo viera, -Montes asiente.

– Joder, cuando se le diga al Padre con la mala “follá” que tiene.

Su cara era de preocupación.

– Pues has topado en hueso, este viene con ardor guerrero.

– Indícame si se puede hacer algo, ya conoces, yo te doy, tú me das.

– Ya, pero donde manda patrón no manda marinero, si hubiera sido otro con menos peso…, ¿tú crees que hubiera hecho ese interrogatorio?, se habría quedado a mis alas, pero de arriba y clarito, Maldonado manda, y sabe. Tiene tiros pegados.

– Joder. Gracias Rafa, me voy, -Céspedes le da la mano y se aleja con rapidez.

– Suerte con el viejo del Antoñín.

Cuando se da la vuelta el abogado, Montes sonríe con picardía. Montes piensa, «Luisito te jodes», y se sonríe a sí mismo.

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