
Santos cogió el legajo y lo movió ante los ojos del Letrado.
– No, pero…, -Céspedes puso la mano delante de su cara como quitándole importancia.
– Bien, -Santos tiró el informe en la mesa con desgana.
– En este caso, -el abogado levantó la cabeza-, deben de mandarlo al Juzgado o en todo caso, proceder a su puesta en libertad.
– Será lo primero, además ya tiene antecedentes, -comentó Montes.
– Sí, pero delitos menores.
El abogado pone cara de dignidad ofendida.
-Mi defendido no ha pisado la cárcel.
– No se preocupe.
Santos hace un mohín con socarronería.
– Que yo me encargo de que gaste alguna loseta del trullo.
– Bien.
El abogado cruzó los brazos indicando que todo ha terminado.
-Es su decisión.
– Rafael.
El letrado se levantó y se acercó a Montes.
– ¿Puedes salir conmigo un momento?
Pablo se imaginó que el aparte era para poder hablar con Montes, al que parecía conocer, del detenido.
Salieron de la habitación Montes y el abogado, y no había ni cerrado la puerta, cuando Luis Céspedes le espetó.
– ¿Qué te pasa?, Rafa.
Abrió los brazos exageradamente.
– Inspector nuevo, Maldonado, -Montes lo miró con cara de resignación, “que te den”, pensó.
– No me jodas, -Céspedes puso los brazos en jarra, mientras se movía acercándose y alejándose de él.
– Viene apretando, que quieres que te diga, no le debe favores a nadie, primera detención, no la va a estropear.
– ¿De qué va este, quien se cree que es?
Céspedes se enfrentó a Montes acercándole la cara.
– Luis…
Montes se acerca más todavía.
-Que lo hemos cogido con las manos en la masa, más de dos mil prendas piratas.
– Pero, ¿quién es el Inspector, este Maldonado?
– Perro de presa, tercero de la promoción, y viene con los avales de arriba como si le pusieran escalera. Mala suerte.
-Sí que lo es, entonces ¿va a joder al Antoñín?, -le pregunta a Montes con preocupación.
– Como si lo viera, -Montes asiente.
– Joder, cuando se le diga al Padre con la mala “follá” que tiene.
Su cara era de preocupación.
– Pues has topado en hueso, este viene con ardor guerrero.
– Indícame si se puede hacer algo, ya conoces, yo te doy, tú me das.
– Ya, pero donde manda patrón no manda marinero, si hubiera sido otro con menos peso…, ¿tú crees que hubiera hecho ese interrogatorio?, se habría quedado a mis alas, pero de arriba y clarito, Maldonado manda, y sabe. Tiene tiros pegados.
– Joder. Gracias Rafa, me voy, -Céspedes le da la mano y se aleja con rapidez.
– Suerte con el viejo del Antoñín.
Cuando se da la vuelta el abogado, Montes sonríe con picardía. Montes piensa, «Luisito te jodes», y se sonríe a sí mismo.