105 Paisaje para después de una Batalla

Luis regresa del hospital, mira a todos lados, por supuesto ha ido en coche, tardará mucho tiempo en que vuelve a hacerlo andando; además, le ha dado la paliza a su hija, después lo hará con Paloma, sobre seguridad, sin contar lo que…

             Es oscurecer, que no ha aguantado tanto, no por casualidad, sino por miedo, el que nace después de la cogida, aunque solo haya sido un revolcón, y piensa en cómo estará Garri, aunque ese es duro como las piedras.

             Se sienta en lo de Conchi, Paco que lo mira, pero levanta la mano, quiere que se le acerque, habla con todo el mundo, de todo sabe, y aparte de ser un ludópata hijo de puta, también es el pregonero del barrio.

-Sí, ¿que querías?

– ¿Anoche pasó algo por aquí?

– ¿Que es algo?, -pone cara de extrañeza.

-Es que desde el piso oí gritos extraños, alguien pidiendo ayuda.

-Pues no te tomes las pastillas, que te hacen oír lo que no se ha dicho, -sonríe con suficiencia Paco, no sabe hacerlo de otra forma.

-Ponme una cola con algo de pizcar.

             Paco asiente, ni una palabra más, sabe que cualquier cosa que diga, será tergiversada, manipulada, expandida o comprimida antes de contarla a cualquiera que se pare a preguntar o aunque no se pare.

             La cola esta fría, la tarde agradable, es cuando no cambiaría la ciudad por nada, todo nace nuevo, como si viniera del averno que ha sido el invierno, frio como la vida de un muerto, antes de convertirse en ardiente infierno que lo secará todo, pero esos momentos, los de florecer, donde el agua lo protagoniza todo, no en lluvia que ya cayó, sino en madre de bondades, hay que vivirlos, que contarlos, y por muchas letras que se empleen, nunca son suficientes para definir mínimamente las sensaciones que produce.

             Una Paloma que sonríe, viene con un compañero, un muchacho tan bien criado como ella, un tipo guapo, alto y delgado, que también lleva liada en el brazo la bata-medalla que quieren que los diferencien del resto de los mortales, es el primer signo de que los médicos comienzan a alejarse del resto de los humanos, y sonríe, se alegra de que la chica esté con muchachos de su edad, siente algo de pena, pero sabía que era imposible, y ahora se alegra de que todo esté en su sitio, suspira, si, la noche es magnífica, pero sin saber por qué se ha vuelto un poco más áspera.

             Pasan de largo, nada dice, solo debe de hablar con el vaso teñido de oscuro de una cola mentirosa, que quiere ser y no puede.

-Luis, -levanta la cabeza, es Paloma que lo saluda, ya casi rebasado el rango de visibilidad.

             Luis responde con una sonrisa, y ve como se despide del muchacho, y con diligencia, más bien con prisa, se acerca a él, caldeando.,

-Que vieja estoy, eso sí, todo el día con el culo aplastado, que cansancio de facultad, de carrera, de catedráticos…

-Quéjate cuando tengas un rato.

-Si algún día vas a la facultad a dar algo, lo que sea, una clase magistral, una enseñanza, a tomar café, no seas plasta, que es lo más fácil, el cerebro se desconecta, y comienzas a vagar por otros mundos, -asiente con la cabeza.

-Lo sé, lo he vivido, aún sigo con ello, por cierto, ¿qué decías?

             Paloma sonríe.

-Que malo eres, todo porque eres el mejor cirujano, bah…, eso lo es cualquiera, cuando salga del MIR solo servirás para coser mis calcetines.

-Ya no se cosen, Paloma.

-Serán los tuyos, yo continúo en economía de guerra.

– ¿Te hace falta más dinero?

-No, -niega con la cabeza-, no me hace falta, gastaré cuando sea mío, cuando lo gane yo, y aún faltan dos años mínimo, eso si salgo y me presento al MIR del tirón, que será difícil hacerlo, más que hacerlo, que apruebe, ¿cómo lo hiciste tú?

-Fácil, una hija pequeña, mi mujer que me mantenía, lo de MIR es dinero, me comía los libros, terminé la carrera y ya estaba preparado para el examen, y plaza directa donde estudias, en el universitario.

-Joder, que suerte.

-Sí, suerte, aun me duelen los codos, tengo una enfermedad terminal, inflamación de codos, es decir de húmero, cubito y radio, los tres.

– ¿Terminal?, -sonríe con la pregunta Paloma.

-Sí, que no termino de quitármela.

-No te veo estudiar

-Pues sí, -asiente Luis-, siempre estás estudiando, y lo malo es cuando se publican en otros idiomas que no conoces, con la maldad del idioma chino, que muchos publican en inglés, pero como te interese el artículo y sea solo en chino, -mueve la cabeza-, los traductores son, para matarlos, el caso, es que si, mientras estés con la bata que llevas como bandera o la azul…

-La bata azul…, -Paloma suspira-, ¿qué se siente al llevarla?

             Luis sonríe.

-Frio.

– ¿De la responsabilidad?

-No, hija mía, que es muy corta, que no tiene mangas, que vas a fumarte un cigarro, y la neumonía, en invierno, asegurada, son riesgos del oficio, que es considerado, por el uniforme, de alto riesgo.

-Qué cosas tienes, -le golpea el brazo-, ojalá…

             Luis levanta la mano.

-Tienes posibilidades, me han pasado un vídeo de las prácticas con cadáveres, si, tienes pulso, si tienes inteligencia, si, serás una gran cirujana.

– ¿Cómo lo consigues?

-Cosas de trabajar de guardia de seguridad, no te jode, Paloma, que parece que te han dado en la cabeza.

             Paloma sonríe.

-Entonces, ¿valgo?

             Luis se encoge de hombros.

-Te queda mucho, pero sigue durante muchos años, aguanta lo que te echen, que es mucho, y ni, aun así, te puedo prometer que lo conseguirás.

-Pues seguiré amargándome la vida, que remedio, que además tengo que devolverte la pasta que te cuesto.

-Esa está olvidada, estás cumpliendo la promesa que me hiciste.

– ¿La de la número uno?

             Luis asiente.

-Y trabajo que cuesta, pero no importa, estaba prometido, pero el dinero es otra cosa.

-Otra cosa, Paloma, ten cuidado, un amigo policía, -miente-, me ha dicho que aquí está la cosa caliente, que hay asaltos con arma blanca, por gente que ha venido en los últimos tiempos.

-Madre mía, encima de pobres, jodidos.

-Así que dile al muchacho que venía contigo, que te acompañe, o coge un taxi, por el dinero no te preocupes, yo te subvenciono.

-La facultad está aquí al lado.

-De día, si, de noche, son muchos kilómetros en tierra de animales.

             Paloma calla, lo mira.

– ¿El muchacho que me acompaña?, -sonríe.

             Luis asiente con la cabeza.

-Sí, parece apañado.

-Sí, y también que le gustas tú más que yo, seguro, es de ambigüedad pronunciada.

– ¿Homo?

             Paloma asiente.

-Y aunque no lo fuera, además sabes que el único hombre en mi vida, me está pagando la carrera.

-No seas tonta.

-Es cierto, tan cierto como que para Paloma Torralbo Alarcón, no existe otro hombre que no sea el ilustre cirujano San Luis Monforte Mínguez.

             Luis la mira y mueve la cabeza.

-Mira que eres cabezona.

-Eso no lo sabes bien, insigne cirujano.

             Luis la mira, por primera vez, tiene un brillo distinto, suspira, está loco, loco como una cabra.

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