
Luis entra en el cuarto de su hija, ve como estudian afanosamente, su hija y Paloma.
-No molesto, me marcho.
Las dos lo miran, como reafirmando que es lo mejor que puede hacer.
Entra en la cocina, toma un zumo, llena un vaso de hielo, y se deja caer en el sofá; como todos los días, este ha sido pesado, pesado como una vaca en brazos.
No enciende la tele, para escuchar estupideces…, una pequeña serenata[1], es mejor para el alma, te calma el clamor que surge de un cuerpo cansado, de una mente saqueada, por vándalos que solo quieren la mágica solución a sus problemas, por supuesto sin estrujar la suya.
Nota como se sientan en el sofá, oye respirar fuerte, casi resoplar un caballo, es Paloma.
– ¿Que hacéis?, ¿estudiar?
-Como lo sabes, tu hija me ha pedido que estudie con ella, esta mañana me la he pasado en la biblio, no tenía ninguna asignatura, ahora con ella.
– ¿Cómo está?
-Es de las de aprobado.
-Lo sé.
-Lo que no sabes, es que no estudiaba para no darles una alegría a los abuelos, a los que odia con sana inquina.
Luis sonríe, expresiva si es, aunque no quiera.
-Así que piensas que es lista.
-Nadie con la boca de Nieves puede ser estúpida, te puede llenar de insultos bien estudiados casi sin esfuerzo, más bien, diría que lo que le cuesta esfuerzo, es que no salgan.
Luis sonríe.
-Buena definición, ¿y tú?
-Una gilipollas que lucha por quitarme el número uno, además no es de aquí, esto es feudo de catetos, ella de Madrid, que se vuelva.
-Bien dicho, ¿lo conseguirás?
-En eso estoy, que me duele el cerebro.
-No tiene…
-Lo sé, lo sé, lo he estudiado en anatomía, el cerebro no duele, supongo que el de los demás, el mío, si, y como.
-Si mi hija te entorpece, dímelo.
-No, al contrario, me hace estar más tiempo estudiando.
– ¿No te interrumpe?
-De vez en cuando, está oxidada, no ha prestado atención y algunas cosas, pues que no las sabe.
– ¿Qué es lo que quiere conseguir?
-Merecerte.
Luis abre los ojos, vuelve la cabeza, la mira.
– ¿Sabe que, con estar aquí, es suficiente?
-Sí, -Paloma lo mira, tiene los ojos más verdes que de costumbre, está bien, son los únicos ojos que pueden decir cómo está el que los lleva-, ella lo sabe, pero no, quiere ser como tú, siempre lo ha querido, pero pensado que la abandonaste…
-Sí que eres lista, ¿seguro que tienes veinte años?
-Casi veintiuno.
-Sí, que vieja eres, el Parkinson.
Paloma le quita el vaso de refresco, se lo bebe del tirón.
-Ahora te traigo uno, ahora, -le echa las piernas sobre las suyas.
-Cómo voy a poder…
-Nieves, -grita Paloma-, tráete refrescos, que tu padre y yo estamos muy viejos.
Dos minutos después, una despeinada Nieves que los mira.
– ¿Tengo que comprar gomitas?
Luis la mira sin entender lo que dice, después cuando lo pilla, mueve la cabeza.
-No, Papá, si a mí me parece bien.
Desaparece, ellos permanecen en silencio, vuelve con los refrescos, se sienta enfrente.
-Palomita, ¿cómo me ves en los exámenes?, -le pregunta.
-Bien, -le responde esta.
– ¿Como para poder sacar la nota de corte de Medicina?
Paloma mueve la cabeza.
-Tu expediente, según me has dicho, es regular, necesitas este año y el que viene la perfección, la selectividad diez o diez y medio, y después, que la nota de corte no sea una locura.
-Eso, tu dame ánimos.
-Yo no miento a las personas que quiero.
Nieves sonríe.
-Ves, Papi, me la comía, mi Paloma, que me cuida como si fuera su propia hija.
Paloma se pone colorada como un tomate, mientras que Nieves sonríe con el refresco en la boca, nada de vaso, que cansa.
Sin darse cuenta, Luis le ha masajeado los pies a Paloma que no ha contestado a su hija, la mira, duerme como un ángel, mira a su hija que se encoge de hombros, echa la cabeza hacia atrás, sí, todo está bien, y piensa en cómo cambian las cosas, para bien o para mal, y le da las gracias a ese dios esquivo por los pocos momentos en que se siente bien.
[1] La Serenata n.º 13 para cuerdas en sol mayor, más conocida como Eine kleine Nachtmusik (Una pequeña tonada nocturna, Una pequeña serenata o Pequeña serenata nocturna), K. 525 es una de las composiciones más populares de Wolfgang Amadeus Mozart y de la música clásica en sí. Está fechada en Viena el 10 de agosto de 1787, coincidiendo con la composición de la ópera Don Giovanni. Sin embargo, no se sabe para quién ni por qué la compuso Mozart.