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Visi está cansada, tiene que seguir haciendo escaleras, el sueldo está bien, pero ella puede con más, lo importante es que la niña lo tiene todo cubierto, y sonríe, pero se le corta rápidamente, que la vida es muy puta, suspira mientras que lava los platos, pocos platos del padre, que ahora también hay una hija, que ha llegado solo con las bragas, sonríe, como si no tuvieran dinero, que la niña ha estado desde que se la quitaron, viviendo con los abuelos, que tiene un pastizal, cosas de los ricos, que ella nunca entenderá, así que prefiere trabajar con San Luis como lo llaman, que a fin de cuentas, cree que aún le queda grasa en las manos, buena gente, inocente, pero buena gente.

             Llaman a la puerta, se dejan abierta la de abajo y un día se va a colar lo que no tiene que entrar, aunque piensa mientras camina a abrir, que, si el bicho quiere entrar, una cancelilla de nada no lo va a impedir.

             Mira por la mirilla, es una señora mayor, seguro que una vecina que quiere algo, suspira, se podía ir a la mierda, que no está el horno para bollos.

             Abre, sonrisa de las de no me lo toques.

-Sí, ¿qué quería?

– ¿Es usted la que cuida de Luis?

-Sí, ¿sucede algo?

-No, ¿puedo entrar?

-Va a ser que no, esta no es mi casa, y si Don Luis no autoriza, pues que me tiene que pasar por encima, y vieja y todo, es complicado.

             La mujer sonríe, Visi le responde con la misma sonrisa cínica, la de quisieras tú, pero se está alargando, está loca por terminar, ni comer, un coscón, que hay más sueño que hambre.

-Soy la madre de Luis, no traigo el carnet de madre.

-Pase usted, haber empezado por ahí.

-No se preocupe, tampoco vengo tanto, solo, que me enterado que mi nieta está aquí.

-Sí, vino hace un par de días, muy suelta, pero buena gente, asegura mi hija, y muy guapa, pero, pase usted.

             Teresa entra, la casa está muy bien, se sienta en el sillón.

– ¿Quiere que le traiga algo?

– ¿Hay cafelillo?

             Visi asiente.

-Uno, si no es molestia, y siéntese conmigo, que quiero hablar con usted.

             Dos minutos, el café humea, mientras con una sonrisa neutra mira a Visi.

-Señora, ¿qué quería decirme?

-No soy señora, soy Teresa.

-Bien, bueno es saberlo, pero pregunto de nuevo, que tengo muchas cosas que hacer, ¿qué quiere?, Teresa.

             Nueva sonrisa, es dura la Visi, si, una mujer que cría a una niña sola y limpiando escaleras, necesita serlo.

-Conozco a Paloma, a su hija.

-No lo sabía.

– ¿No le contó que la vi, que tuvimos una conversación?, como decirlo, interesante.

-No, -mueve la cabeza-, no me la ha contado, eso no me gusta, no tenemos secretos, pero ya tiene derecho, además no me preocupa, es un alma de dios, demasiado buena gente para lo que nos rodea.

-Y que usted lo diga, Visi, que usted lo diga, el caso, es que, -se interrumpe un momento-, ¿seguro que no le ha comentado nada?

             Visi niega con la cabeza, Teresa más que suspirar, respira fuerte, tenía en la cabeza cosas metidas, pero no hay nada, si no miente, son personas simples, aunque la simpleza no quiere suponer que sea bondad.

-El caso, es que hablé con su hija, de mi hijo.

– ¿De Don Luis?

             Teresa asiente.

-Sí, de mi hijo, de que su hija está enamorada de él, como si fuera tonta.

             La cara de Visi cambia., Teresa sonríe.

-No, no es lo que piensa, creo que es la mejor mujer que podría estar con él.

– ¿Qué quiere decir?

-Mi hijo, es un triste viudo, será el mejor médico, pero la vida se le acabó cuando murió su mujer, cuando se llevaron a su hija, creo que lo sabe.

             Visi asiente.

-El caso, es que, salvo el dinero, no es una bicoca, triste, acabado, no ha terminado aún de enterrar a su mujer, -suspira-, un problema para cualquier mujer, eso fue lo que le dije a su hija, pero ella quiere.

– Y si quiere, ¿qué sucede?, -la cara de Visi, es la de una tigresa.

-Pues que, si lo quiere, que, si puedo, se lo colocaré en una bandeja con una manzana en la boca.

             Visi cambia, se tapa la boca, se ríe, Teresa también.

-Una niña preciosa, inteligente, religiosa, buena de casi tonta, ¿dónde va a encontrar a alguien mejor?, ¿no cree eso, Visi?

-Sí, -asiente-, pero él es un médico de los mejores, ella una estudiante que el quitó de fregar escaleras, ¿qué va a pensar la gente?

-Eso se acaba con un par de nietos.

             Visi la mira, no entiende nada.

-Si mujer, -le toma la mano-, mi Luis, más abandonado que los almendros de la vía, que su hija le da vida, mil veces bendita, ¿que lo quiere?, otras mil más, ¿que le hace niños?, cien mil más, ¿cuantas bendiciones más quiere?

-Pero, la gente…

-Que jodan a la gente, que la jodan, lo que me dolió cuando lo parí, que tenía más cabeza que el cabezón de su hermano, ¿quién va a tener cojones de decirme algo de él?

             Visi la mira, sigue sin saber…

-Sí, es lo que pienso, Visi, ¿qué me dice?

-Que mi hija puede ser una desgraciada, -mira una de los portarretratos-, ella, la que murió, pesa mucho, ¿hay sitio para los vivos?

-Supongo que no será fácil, pero es un hombre, con más de treinta, pero hombre, su hija una preciosidad, sabe lo que es la naturaleza, -bebe del café que ya está frío, ¿qué me responde?

-No sé qué decirle.

– ¿Quiere que juguemos este juego, o me olvido, y que se lo coma una médica estirada o alguien más imbécil aún?

             Visi sonríe, le cae bien la Teresa, que tiene que ser de pata dura, asiente con la cabeza.

-Que sea lo que dios quiera, Teresa.

-Mejor, lo que queramos nosotras.

             Visi sonríe, si, le cae bien.

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