
Paloma se acerca al bar de Conchi, tiene hambre, siempre tiene hambre, hambre de las de Carpanta, de las del mendigo en la barriga, y está que parece tísica, no le saca un pellizco nadie, su madre le dice que está más apretada que los tornillos de un submarino, su madre tiende a coger peso, ella como su padre, enteca, canija, flaca, pero con más nervios que un euro de filetes, y sonríe, si, suspira, piensa que es mejor ser así, que preocuparse del peso, si pilla a Luis, le sacará una tarde de alegría, y si puede, una merienda, o cena, o lo que sea, que no le reviente la hoja de cálculo en la que se ha convertido su vida, sabiendo que le dará lo que quiera, pero que no quiere que le dé…, nada más.
Una figura en la mesa, la conoce, pero, ¿Qué hace por allí?
Se acerca, la chica la mira.
– ¿Qué haces aquí?
– ¿Te tengo que enseñar el carnet de identidad?, me han enseñado que esta mierda de país, es libre.
Paloma sonríe.
-Vaya boquita que tienes, ¿tu padre sabe que echas diablos por la boca?
-Si te digo lo que echo por el culo.
Paloma se sienta, ve el trolley que está al otro lado.
– ¿Te vas de tu casa?
-Supongo, no sé, -ve como la niña suspira-, tu eres una cría como yo, Paloma, la de la baba en la quijada.
– ¿Qué quieres decir?
-Que mi padre es gili, que no se da cuenta.
– ¿De qué?, -los colores comienzan a aflorar en la cara de Paloma.
– ¿De que no cagas por él?
-No digas esas cosas.
– ¿Lo de que no cagas, o de que estás loca por él?
Paloma la mira con cara de pena.
-Ninguna de las dos, una de educación, otra, porque me duele.
Nieves la mira.
-Anda que como le entres a mi padre, ¿qué voy a hacer con una madrastra sin criar?
Paloma sonríe.
-Sin bromas, ¿qué haces aquí?
-Me han dado largas de Guantánamo.
– ¿De Guantánamo?
-Sí, de casa de mis abuelos, el lugar más malvado a este lado de la galaxia.
– ¿Largar?
-Sí, ayer me sentaron y me dijeron, así, en frio, que si quería irme con mi padre, que podría irme, pero que siempre tendría su casa…, bla, bla, bla…, ya sabes, que me decidiera, y leyendo entre líneas, que si cruzaba el dintel de la puerta, que no volviera.
-Así que has decidido quedarte con tu padre.
-Sí, -la mira a los ojos-, ¿me he equivocado?
Paloma niega con la cabeza.
-Se volverá loco, pero no lo asustes, tiene el corazón en carne viva.
-Coño con la cateta, que poderío de lenguaje, -le cambia la cara-, si, supongo que así será, otra pregunta más.
-Hazla, estoy de oferta.
Nieves sonríe.
– ¿Te va a joder que venga a vivir con mi padre?
Paloma la mira de nuevo a los ojos, se encoge de hombros.
-Cualquier cosa que suceda, sucederá, que cambie las cosas o no, es lo que sucederá, no puedo hacer nada más.
-Te ayudaré a cazarlo, si tú me ayudas a, no sé…, a ser la hija de mi padre.
-Yo no conozco a tu padre…
-No, pero lo quieres a morir.
-Sí, se me nota, me lo han dicho, y tú, ¿no lo quieres?
-No he dicho eso, solo que no lo conozco.
-No te preocupes, lo querrás como si se te metiera en la piel.
– ¿Tu estudias medicina?, equivocaste la carrera.
Paloma asiente, suspira.
-Me voy, ya mismo tienes aquí a tu padre.
Nieves la coge de la mano.
-No te vayas, has de becaria de madrastra, -saca el monedero con una mano, lo abre, está lleno de dinero-, la indemnización por despido, nos podemos poner…
Paloma sonríe, pega un tirón y se acerca la silla metálica, que suena, Nieves se le echa en el hombro.
-Que abandonada estoy, Paloma.
-Estamos, cariño, estamos, pero con los ovarios como cántaras de leche.
-De las de cien litros.
-O más, Nieves, o más, ¿unos churrasquitos?
-Que no falten, -mira la pringosa carta-, nos podemos comer docenas.
Paloma le acaricia la cara.
-Solo tienes cuerpo, es lo que me dice mi madre, ¿te consuela?
-No, pero sigue, por si acaso.
Paloma sonríe, siente el calor de la mejilla de Nieves, algo se despierta en ella, suspira, mira a Paco, que las contempla con una sonrisa, le hace la peseta con una sonrisa aún mayor.