94 Revisión

-Todo parece estar bien, de aspecto, como siempre, increíble, -Galante sonríe-, todas las pruebas notable.

– ¿No sobresaliente?

-Dentro de más tiempo, pero sí, todo está bien.

             Alguien que entra, sonríe.

– ¿Dónde está la enferma?, -pregunta mirando a la mujer.

             Esta sonríe.

-Ya sabía que no podía faltar.

             Luis se sienta en la mesa de Galante, le quita el ratón, y durante un rato solo mira la pantalla.

-Te hemos hecho más pruebas, te habrás dado cuenta, este hospital es más moderno, Guiomar, así que por mi parte todo está en orden, -asiente con la cabeza-, no quiero verte en años, muchos años.

– ¿Seguro?

             Luis sonríe, se sabe todas las bromas de los pacientes.

-En la mesa de operaciones, siempre con las mismas, -le toca la cara-, es que estás perfecta, buenos genes, parece que no has estado enferma en tu vida.

-Sí, supongo, -mira a Luis-, ¿tengo que preocuparme?

-Siempre, sabes que tienes el corazón regular, ahora parece que bien, pero siempre cabe la duda, buena alimentación, poco stress, ejercicio, pero no bestia, tranquilo, ya sabes, lo de siempre, es lo que trae el querer estar bien.

             Guiomar asiente.

– ¿Cómo lo del nuevo hospital?

-Me fui, antes de que me echaran.

-Ya será menos, sé que eres de los mejores cirujanos.

-Sí, pero no hay quien lo aguante, -habla Galante.

-Por esa razón, te has venido con él a este macro hospital.

             Galante sonríe.

-Uno, que se acostumbra a lo malo también.

-Así que me puedo marchar.

             Ambos hombres se miran y asienten.

-Perdona, Galante, pero me gustaría hablar con Luis, ¿vamos a la cafetería?, -le pregunta a Luis.

             Este asiente. Durante el camino no hablan, en parte porque todos con los que se cruzan, o saludan o preguntan algo, ella no entiende, pero se nota que quieren conocerlo, lo mira, siempre en la inopia, mueve la cabeza.

             Un café, descafeinado para ella, cortado y con mala leche como dice Luis para él.

– ¿Qué es lo que quiere saber mi enferma favorita?

             Guiomar lo mira.

– ¿Cómo estás, Luis?

             Luis asiente con la cabeza, frunce los labios.

-Todo lo bien que se puede estar, ya sabes, el stress de incorporarte a un nuevo trabajo, con más responsabilidades, como tú.

-Sí, supongo, ¿puedo hablar con franqueza?

-No te pido menos, Guiomar.

-Conozco tu vida, me informé porque me interesaba saber en manos de quien ponía mi vida.

-Es lógico, yo también lo hubiera hecho.

-Sí, lo profesional, sí, pero también lo privado, lo que está podrido en uno, está podrido en el otro, ¿te importa?

             Luis la mira, niega con la cabeza.

-Nada que ocultar, si me lo hubieras preguntado, como han hecho algunos pacientes, te hubiera contado la verdad.

-Sí, me lo imagino, te voy conociendo.

-Dispara ya, no eres de las de dorar la píldora demasiado.

-Me he implicado, sin querer, queriendo, en tu vida.

             Luis la mira fijamente.

-No, no es por tu mal, es por, no sé, quizás por devolverte parte del favor que me has hecho, de jugarte por mí un mal expediente, si me hubiera muerto…

-Lo hubiera sentido por ti, al expediente que le den, ¿o crees que a mis manos vienen casos fáciles?, no, a mí me vienen los pacientes que nadie se atreve a operar, me los como, así como los resultados, ¿que mi tasa de éxito es baja?, bueno, pues que me traigan pacientes con una apendicitis.

-Sí, lo sé, pero…

– ¿Que has hecho?

– ¿Sabes que soy jueza?

             Luis asiente.

-El caso es que he hablado con el juez que juzgó tu patria potestad, mejor dicho, el que te la quitó.

             La cara de Luis cambia.

-Lo siento, pero leí el expediente, un cohecho de los de manual, hablé con el juez, sabe que lo he pillado.

             A Luis se le atraganta el agua que está bebiendo, le cambia hasta el color de la cara.

– ¿Qué quieres decir?

– ¿Quieres recuperar la patria potestad de tu hija?

-Sí, mil veces sí, hace que no la veo…

-Otra injusticia, vi las pruebas alegadas, ¿tan mal estabas?

             Luis asiente.

-Sí, peor, cuando me quitaron la patria potestad, estaba destruido, mi suegro alegó lo que no podía tener legalmente, pero allí estaba, fotografías mías borracho como una cuba, en mis propios vómitos, en una casa que parecía Vietnam.

-Tu suegro es un tiburón, no te va a dejar indemne, incluso sabiendo que perderá, que puede tener más problemas.

-Lo sé.

– ¿Quieres jugar?

-No es un juego, es lo único que tengo, ¿que necesitas?

             Guiomar niega con la cabeza.

-Nada, solo que estés preparado para alguna jugada de tu suegro, no es trigo limpio, es un abogado de los sucios.

-Sí, lo sabía, ha hecho su fortuna con la droga, mejor dicho, con los capos de la droga, mucha influencia, muchos contactos, mucho dinero, al final, se convirtió en alguien importante, a Nieves le hizo la vida imposible por querer casarse conmigo, se embarazó sin que yo supiera nada, estaba comprometida con alguien importante, -sonríe Luis-, se presentó en su casa con la barriga, con dos cojones, y les dijo que, si querían, que se casaba con el capullo ese, pero que iba con regalito.

             Guiomar sonríe.

-Era de armas tomar.

             Luis asiente con cara de tristeza.

-Sí, un carácter formidable, irrepetible, pero pasó lo que pasó…

-En ese caso, ¿continúo?

-Por favor, ¿que necesitas que haga?

-Que te cuides, tu suegro estará como un mono con un machete.

             Luis la mira, sonríe con pena.

-Gracias, supongo, no sé si lo merezco.

-Yo sé que sí.

             Luis mira la cristalera, se ha quedado con la mente en blanco, la vida le ha dado un vuelco en segundos, suspira, que sea lo que tenga que ser.

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