93 Su Señoría

-Su señoría, el letrado Robledo pide audiencia.

             Guiomar sonríe.

– ¿Está en la lista de peticiones?

-No, su señoría.

– ¿Sabes que le trae por aquí?

-No, lo siento.

– ¿Le has preguntado?

-Sí, me ha respondido que es algo personal.

– ¿Que le has dicho sobre eso?

-Que aquí los asuntos personales no tienen cabida.

             Guiomar asiente con la cabeza.

-Bien dicho, ¿qué te ha respondido?

-Que también era acerca de un asunto penal.

             Una sonrisa más amplia de Guiomar, Remedios, su secretaria judicial no se lo cree, no sonríe nunca.

– ¿Cómo andamos de tiempo?

-Mal, su señoría, he preparado las sentencias, en los puntos que acordó, pero aún queda…

             Guiomar levanta la mano.

-No te preocupes, ¿cuándo tengo que estar en la sala?

             Remedios mira el reloj, después comprueba con el que tiene la jueza allí, que no falla nunca.

-Una hora, pero tiene que preparar…

-Lo sé, lo sé, terminaré lo que queda, diez minutos antes lo pasas.

– ¿Alguna excepción?, señoría.

-Que se esté muriendo, en ese caso llamas a los sanitarios, y que no me molesten.

             Ahora la que sonríe es Remedios que ha comprendido porque la llaman la bruja del norte, que solo hace parada allí para el supremo.

             Guiomar levanta la cabeza.

-Su señoría, el letrado Olmedo.

-Que pase.

             Entra un tipo alto, delgado, sonrisa de vendedor de coches, pero, es más, es un tiburón con los colmillos afilados, y que se le cae uno y le salen dos.

             Lo mira fijamente.

-Diez minutos y le sobran cinco, sé la pregunta, usted se imagina una respuesta edulcorada, no tomo ni azúcar ni edulcorantes.

             Se sienta.

-Su señoría…

– ¿Le he pedido que se siente?

             El hombre se pone de pie.

-Rápido, que tengo que emitir sentencia.

-Es con respecto…

-Tres días, prevaricación, cohecho, a su amigo, a usted lo de colaborador necesario cuando menos, colegio de abogados, ya sabe, lo que es una inhabilitación, además de mil cosas que se me vayan ocurriendo, creo que es consciente de que tengo predicamento.

-Tú lo que eres es una puta que se folla al matasanos.

             Guiomar toca el interfono.

-Rodolfo, ven, vas a proceder a una detención.

– ¿Con que pruebas?, puta.

– ¿Puedes mirar a la cámara?, -y señala con el bolígrafo a una de las esquinas.

             La cara le cambia al letrado, se calla, en ese momento entra un oficial de paisano, mira a la juez.

-Robledo, ¿estamos de acuerdo o le doy la orden a Rodolfo?

             El hombre la mira con cara de odio, después asiente con la cabeza.

-Tres días, que no se le olvide.

             Ve como se marcha el abuelo de Nieves, el policía la mira, asiente, el hombre se marcha, se coloca las manos en la barbilla, con los dedos se roza los labios, respira fuerte, es una ciudad sin ley, no, lo piensa mejor, hay ley, tan solo que se aplica solo en el sentido en que beneficia a los de siempre, no puede evitar el general, pero por lo menos, con el caso de Luis, lo intentará, y siente como le duele el…, si quizás el corazón, quizás.., ¿qué más da?, la vida sigue, se levanta, y parte a dar sentencia, que sabe, que como siempre, creará controversia, alguien dirá que es una buena juez, otros dirán que es una malvada, una puerca, pero llevar eso sin despeinarse va con el cargo, si no lo soportara, no podría haber sido juez, abre la puerta, mira el pasillo, de nuevo a la batalla, que no falte.

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