90 Día de Locos

Levanta las piernas y las coloca sobre la mesa, está destruido, mira a su alrededor, le dieron un despacho magnífico, y los huecos que le dejaron, están como se los dieron, como si fuera la boca de un viejo desdentado, suspira, el proceso de selección de su equipo, no solo es laborioso, sino complicado, Mariana recibe mil llamadas, preguntando por él, intentando que la selección se mueva de uno a otro; el resto de los equipos, más o menos, los jefes parecen buenos, los equipos reflejaran la calidad de los mismos, pero el suyo…, respira fuerte de nuevo.

             Llaman a la puerta, Mariana se ha ido, la criatura tiene derecho, que el día es largo, el de ella más, que él sea un agonía, sí, pero ella tiene hijos que cuidar, aparte de el mismo, y que le están dando por todos lados, con la intención de caerle bien, lo que sea, pero que la tienen agobiada.

             Un cansado.

-Pase, -ni se molesta en bajar los pies.

             Una sonriente cara que asoma por la puerta.

-Una pobre estudiante de medicina que viene a ver al nuevo Director Quirúrgico.

-No me muevo, preciosa, estoy roto, ¿qué haces por aquí?

-Que me pilla cerca, vi las luces encendidas…, -nueva sonrisa-, es mentira, me moría por ver el despacho de un médico de los de verdad.

-Pues mira, -Luis señala los estantes vacíos.

– ¿Ni los has tocado?

             Luis niega con la cabeza.

-Ni loco, me voy a morir, que palizas.

– ¿Me puedo sentar?

             Luis asiente.

-Como si te quieres echar en el sofá, -lo señala-, yo, es que no me llega la fuerza.

             Paloma se sienta, es lo único bello que ha visto en todo el día, la chica lo mira.

– ¿Tan fuerte es?

-Como un camión cargado de plomo.

– ¿Los equipos?

             Luis asiente de nuevo.

-Los de los demás, malo, el mío, imposible.

– ¿No tienes candidatos?

-De sobra, todo el mundo quiere.

-Es que eres muy bueno.

-Y la pasta que se cobra, ¿tienes idea, bonita?

             Paloma niega con la cabeza.

-Me gustaría decírtelo, más que nada, porque te comerías los libros.

– ¿Tanto?

             Luis vuelve a asentir.

-No tengo ganas de terminar el MIR.

-No te queda, guapa, sudar tinta como los calamares.

-Lo sé, no me importa, pero eso de que me mantengas…

-No me importa, te lo he explicado, gano algo más, no mucho más del salario mínimo.

-Sí, con este despacho, el de tu ayudante ya es, pero este, -lo mira-, madre mía, pueden correr caballos, y al lado el despacho de reuniones, ¿puedo verlo?

             Luis lo señala con la mano en plano.

             Dos minutos después vuelve.

-Ni pasta que tiene que costar la mesa, ¿cuántos?

-Doce jefes de equipo, algún directivo, alguno de los jefes, y si sobra sitio, yo mismo.

-Joder, lo que me gustaría estar ahí algún día.

-Eres joven, no sabes lo que quieres, para ocuparlo tienes que hacer demasiadas cosas.

             Paloma lo mira.

-Es que eres un monstruo.

-Sí, de feo.

-No, eres guapo, más que eso, atractivo.

-Sí, el Don Juan de los quirófanos.

             Paloma sonríe, Luis se da cuenta de que es más bonita que guapa, mal asunto, se le cambia la cara.

– ¿Qué te pasa, Luis?

-Nada, hija mía, un bajón de glucosa, supongo, la vejez.

-Te invito a una tapa.

– ¿Una tapa?

– ¿Sabes qué día es hoy?

             Luis niega con la cabeza.

-Último día del mes, más tiesa que una regla de titanio.

             Luis baja las piernas.

-Para variar, pago yo.

-Menos mal, -Paloma menea la cabeza-, que tengo un hambre.

-Como para mantenerte.

-Es lo que haces, pero aun no te has dado cuenta.

             Luis se para, la chica se da la vuelta.

– ¿Estoy buena?

-Qué poca vergüenza, que puedo ser tu padre.

-Pero, gracias a dios, no lo eres.

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