
Llama al timbre, no le tiene miedo a nada, a nadie…, bueno, si, a la persona que estará detrás de la puerta, que es la única que le da miedo; ha peleado con lo peor de la calle, de la cárcel, y peleará en el infierno, donde no le cabe duda de que lo hará, hasta que no pueda más, y sonríe con la sonrisa que hiela la sangre de los que la ven, y que es producto de una pelea a navaja cuando apenas levantaba un metro del suelo, y suspira, lo que tiene que hacerse, hay que hacerlo, y no echarle tiempo en pensar que podía haber sido de otra forma, si has tenido huevos para hacerlo, te comes lo que has hecho, llama, segundos de silencio, de miedo, ¿por qué no?, pasos que se a cercan, se retira de la mirilla, por si acaso, quizás viéndolo no abran, no quiere, se pega más a la pared, es grande, debe de hacerlo.
La puerta se abre, menuda, con un moño de siempre, vestida de negro, para no variar, y eso que su padre murió antes de los calendarios, pero la Toñi es así, Antonia, su madre, una cara de sorpresa, una mano en la boca, se recompone, sabe de dónde viene la sangre fría que tiene, de la mujer que tiene enfrente, serena, lo mira, más que ello, lo estudia, unos segundos que parecen años, al final la palabra, de vida o de muerte, pero más al sur.
-Pasa, ¿o te vas a quedar a vivir en el descansillo?
Sonrisa que no sale, ganas de abrazar que se contienen, vuelta a cuando no tenía pelos abajo, no sonríe, pero entra en una casa que no esperaba volver a ver, se sienta en el viejo sofá de sky, el mismo sobre el que se echaba para ver las películas en la tele que tenía una esquina rota, que solo daba colores por esa parte, sin forma, caprichosos, y sigue allí, agacha la cabeza, nota como lo cogen de la mano.
– ¿Sabes que sigo siendo tu madre, hagas lo que hagas?
Luciano asiente con la cabeza, despacio, ampulosamente, no solo lo sabe, sino que era lo que esperaba, aunque la duda, se comió imperios.
– ¿Cómo es que estás aquí, te quedaban…?
-Años, madre, pero, buena conducta, beneficios penitenciarios, mil cosas, hasta en la cárcel hay que buscarse la vida, tener amigos, de los que pueden hacer cosas por ti, pero de las de verdad, que de boca andan todos que dan miedo, -levanta la cabeza sonríe con la cara de perro, como le decía su madre.
-No has cambiado, solo estás más viejo, más grande, más fuerte.
-Pocas cosas se pueden hacer cuando estás en la trena, me he machacado el cuerpo, siempre es bueno, sobre todo para animales como yo.
– ¿Que vas a hacer?
Se encoge de hombros.
– ¿De qué vas a comer?, aquí siempre tienes el plato, poco más, pero los vecinos…
-No te preocupes, madre, tengo dinero, tengo donde vivir, eso no es problema.
– ¿Cuál es el problema?
Luciano agacha la cabeza, no la levanta.
-Lo sabes bien, madre, ¿me perdonas?
-Mírame, -le levanta la cabeza.
Luciano la mira, sabe la mala leche contenida de su madre, es la misma que le devora el alma, con él puede, con su madre no, hubiera querido, pero no…
– ¿Tienes los santos cojones de venir a mí, a pedirme perdón?, a mí no me has hecho nada, ve al que se lo hiciste y pídele el perdón que no mereces, además, con lo animal que eres, ¿qué te importa que alguien te perdone o no, siempre has hecho lo que te ha dado la gana, has venido cambiado?
-No, madre, no, sé que, si él no me perdona, tu no me perdonas, yo no me perdono, y sería…
-Peor de lo que eres, -la mujer mueve la cabeza-, no, no serías peor, serías tú, siempre serías tú, tan solo que haciendo más mal, tu siempre puedes hacer más mal, lo sé, te he parido.
Silencio, Luciano mira a la madre.
– ¿Que hago madre, ponerme delante suya y pedirle perdón?
-Eso es lo fácil, que te hostie, que te pegue un tiro, que llore…, más dolor, ¿eso es perdón?, -mueve la cabeza negando-, no, eso es tranquilidad para ti, no, -mueve de nuevo la cabeza-, gánatelo.
– ¿Como, madre?
-Protégelo desde las sombras, que nada le roce, evítale que los demás le hagan daño, si lo haces bien, tu alma, si aún la tienes, sabrá que te han perdonado, sino…
Luciano la mira, la madre se levanta.
– ¿No le vas a dar un abrazo a tu puta madre?
Luciano sonríe, esa si es la Toñi que conoce, que todo el barrio teme, barriobajera, con una lengua viperina, que se remanga al cuarto de vuelta, si, esa es su madre, creía que se había perdido, que el mismo la había destruido, pero no, es como las viejas pistolas, cuidado con ella, que oxidada y todo dispara, y a mala leche.