
Luis se mete en la cama, apenas si ha comido, un sándwich de los de poca leche, de menos preparación, un vaso de leche, y por supuesto, un tranquilizante.
Su suegro es un animal, lo sabía, pero hasta el punto de mandarle matones a su casa, eso no lo esperaba, es más, ¿de qué quiere hablarle?, ¿ejecutarlo?, quizás, más no le puede quitar, se llevó lo que más quería, ahora… ya le da igual, pero lo que lo tiene intranquilo ha sido la aparición de ls que lo han salvado, ¿Quiénes son?, y más importante, ¿Qué buscan?, respira con dificultades, le está entrando un ataque de ansiedad, vuelve a la cocina, una bolsa de papel, respira a través de ella, tiene que esperar a que el tranquilizante haga efecto, pero mientras tanto…
De vuelta a la cama, y el tinitus que lo vuelve loco, es lo que le faltaba, será por el stress, más bien por el miedo, él no es de las fuerzas especiales, su hermano tampoco, y era una bestia, cualquiera de los que le han parado, le podían haber conseguido un traje de madera sin despeinarse, vuelve la ansiedad, el miedo, el tinitus que sube su volumen, como si quisiera ser parte de lo que parece un todo, y no sabe si lo es.
Mira al techo, que ahora si es blanco, y refleja la poca luz que entra entre las rendijas de la persiana, se sienta en la cama, un cigarro, es el número…, muchos, no puede dejarlo, pero además, no es el momento, y recuerda la película “Aterriza como puedas” … no es un buen momento…, sonríe, una tontería de película, pero algunas frases se quedaron en el anecdotario popular…, una calada que parece que va a obligarlo a que se cambie de calzoncillos, seguro que le ha llegado…
Sigue con el razonamiento, más bien con los miles que le rondan la cabeza y que no sabe dónde colocar para que tengan sentido, ¿Por qué ahora?, se encoge de hombros, no ha cambiado nada, después de reclamar la custodia durante cuatro años, lo dejó, más que nada por la niña, a fin de cuentas…, y se percata de que se ha portado como un cobarde, y si, lo es, nueva calada de las culeras, las venas del cigarro se muestran en todo su esplendor, enciende uno nuevo con el que está medio consumido, el sonido del tinitus, que hijo de puta, es suyo, pero podía darle alguna día de descanso, que no es caso, ya no se va con nada, se acostumbrará, ahora mismo no, pero tiene esa esperanza, lo único bueno, es que cuando opera, desaparece, o él no le presta atención, imbuido en la responsabilidad de lo que hace.
Abre la persiana, una figura que cruza el parque, solo una, y le echa cojones, no es que roben mucho por allí, pero es que no hay nadie, es como ir con una salchicha en el cuello en una perrera con los peores sueltos.
Música, piensa, música, de nuevo a la carpeta de música, como si le fuera a servir de algo, sabe que de poco, pero menos da una piedra.
Schubert, la sinfonía inacabada, pega con el momento, mañana no tiene que operar, solo conocer a los que formarán su equipo, cosa que hará con ojeras, seguro, saldrá con la cara de un oso panda gigante, y le saca una sonrisa, apaga el cigarro, la sinfonía comienza, se echa hacia atrás, sin darse cuenta, se queda dormido.