86 Reunión

– ¿Que me traes, que tan rápido ha tenido que ser?, -pregunta Alfredo Robledo.

– Supongo que recuerdas la patria potestad de tu nieta, -le indica el Juez Serrano.

-Claro, es asunto particular, no del despacho, ¿algún problema?

             Serrano asiente con la cabeza.

-Pues explícalo, coño, que hay que sacarte las palabras con unas pinzas.

             Serrano sonríe a pesar de que también le atañe, más que al puerco de Robledo, le gusta verlo retorcerse un poco, le gustaría que se retorciese más, como él ha tenido que hacerlo, pero es un buen comienzo.

– ¿Conoces a la nueva Juez?

             El viejo Robledo sonríe, pero a su lado al que llaman Junior se relame.

-Yo sí, padre, está de buena que se rompe.

-Yo también Junior, -le replica el padre-, y he oído que más que estar buena es una hija de la gran puta, -mira a Serrano-, ¿qué coño tiene que ver la puerca esa con nosotros?

-NI idea, -contesta el juez-, pero que levanta el caso, que me incoa un expediente, que me puede mandar al paro, con los papeles negros, y a ti, supón que, si a mí me pasa algo, tu vienes conmigo, de la manita.

– ¿Me amenazas, Antonio?

-No Alfredo, te cuento, no he tomado ninguna determinación, pero me quedan dos días para tomarla, si no lo hago, ella me denuncia en cinco minutos, ya sabes la fuerza que tiene un juez de lo penal, y más ella, que tiene ese pedigrí.

             Alfredo Robledo echa la cabeza atrás, piensa en como el mierda de su yerno ha levantado cabeza, y como ahora tiene gente que le ayuda, maldice a todo, pero no le quitaran a la niña, no, no es porque la quiera, es porque es su nieta, el no ama, posee, y Nieves es suya, sonríe, lo destruirá, lentamente o con rapidez, depende de lo que le apetezca en ese momento.

– ¿De qué te ríes?, padre.

-De que tu cuñado es un imbécil, que tiene gente que le ayude, y que maldita sea la idea que hizo que se levantara después de haber caído tan bajo.

             Nadie habla.

– ¿Qué hacemos?, -pregunta el juez de nuevo.

-Tranquilo, Antonio, de esto me encargo yo, no llegará la sangre al rio, apuesta por ello.

-Supongo que será así, si no lo es…

– ¿Me vas a joder?

-Sabes que no, así como creo que sabes que no pienso permitir que me echen de la judicatura, algo puedo inventar, siempre se puede inventar algo cuando tienes poder, y yo tengo, menos que tú, pero…

-No me jodas, Antonio, no me jodas.

             El juez los mira y piensa en que le pasó por la cabeza, como para querer ayudar al mongólico que tiene enfrente.

             Alfredo Robledo ve como se levanta el juez, que es ignorante de que tiene un dosier que puede enterrarlo, pero en la cárcel, es corrupto hasta la médula, además de aprovechar de su cargo para violar a las madres, a las niñas, sonríe de nuevo, no se entera de con quien está, no solo puede ir a la cárcel, esas niñas tienen padres, esas mujeres maridos…, vuelve a sonreír, si, no llegará la sangre al rio, por lo menos la suya, no.

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