
Luis espera en el bar cerca de los grandes almacenes, es el renovado, el que conocía, desapareció, quedando todo allí, menos el nombre, y el café, que queriendo ser superior, se queda corto, sabe a americano, que, si son odiosos en todo, en el café bordan lo repulsivo.
Suspira, todo lleno de gente, ya mismo las vacaciones de verano, en la ciudad a más de cuarenta todo se congela, el calor en la ciudad tiene ese extraño poder, pararlo todo, salvo que quieras aparecer en los periódicos víctima de un fatal ataque de calor, que solo puede saber el calor que hace, el que viva en Córdoba, los demás, los de oídas, eso, que se queden como oyentes, y que le den gracias al dios en el que crean, por vivir alejados.
Dos enchaquetados, se les huele a distancia, son los individuos con los que ha quedado.
– ¿Don Luis Monforte?, -pregunta el de mejor aspecto, cuarenta años, engominado, traje impecable, zapatos de lujo, moreno y deportista, el epítome del hombre de actualidad en la calle.
Se levanta.
-Sí, soy yo, ¿Usted…?
-Emiliano Valer, a su disposición, abogado del grupo Medicinaleris, y mi compañero Augusto Trover, jefe de contratación de nuestro Grupo.
Luis le da la mano, es más gordo, con cara de risueño que ni siquiera las gafas de sol le hacen cambiar el aspecto, por lo demás, anodino, uno de los miles de hombres de uniforme de corbata que deambulan por cualquier ciudad moderna.
-Siéntense por favor, ¿que desean?
Luis levanta la mano, y ordena los pedidos, dos cafés con leche, es lo que más se pide, y lo cobran en consonancia a varias veces el valor de otros lugares, cosas de tomarse un café en el centro.
-Ustedes me dirán.
El sonrosado saca de un maletín un dosier a todo color que le entrega a Luis.
-Léalo por favor, -le pide con una sonrisa.
Luis lee, todo bien vendido, muchos hospitales, mucha pasta, seguro, una cadena extranjera, con capital de cualquiera que quiera ganar dinero con la enfermedad ajena, que, en la sociedad moderna, el dinero nunca coge olor de la forma de obtenerlo, termina.
-Muy bonito, los conocía, ¿es el nuevo hospital que están construyendo?
Habla el más cuidado, Emiliano, le cuesta trabajo seguir los nombres.
Si, ya está a medio funcionamiento, como puede observar usted que vive aquí, la ciudad necesita más centros hospitalarios.
Luis piensa que necesita más públicos, pero él no es economista, ni político, ni inversor.
-Supongo que sí, ¿por eso estamos hablando?
-Por supuesto, -asiente con la cabeza, levemente, es comedido con todo, hasta con sus movimientos, alguien difícil de coger en un fallo-, la mitad, como le decía está operativa, el resto estará terminado después del verano, cuatro meses.
-Unos plazos muy cortos, para una obra de esa envergadura, sé de hospitales, y sé que son difíciles de construir.
-Y más de equipar, pero tenemos el mejor elemento para conseguirlo, el dinero, con ello, se corre mucho, el ser humano es así, dando más dinero, todo corre a más velocidad.
-Sí, lo sé.
-No es su caso, creo que no le importa el dinero.
-Mal empezamos, si vienen a verme, y lo primero que dicen es que me van a pagar poco.
-No es eso, -sonríe el tal Emiliano-, es una expresión, sabemos de sus obras de caridad, de que para usted lo primero son los pacientes, solo eso.
-Bien, pues ustedes me dicen.
-Le ofrecemos el puesto de jefe de Cirugía.
Luis piensa un momento.
– ¿Mucha labor gerencial?
– ¿Gerencial?, -pregunta el tale Emiliano.
– ¿Muchos papeles?
-Sí, supongo que sí, pero tendría ayudantes, muchos.
– ¿Seguiría operando?
-Menos, pero sí.
-Supongo que no quieren perder al médico viajero.
Emiliano sonríe, el médico tiene más tarea de la que le habían dicho.
-Sí, es una faceta que haría que el renombre de nuestro grupo fuera más estelar, su fama le precede.
-Y el dinero que se obtiene, pero estoy cansado, el hospital obtiene todo, para el que opera, nada, o muy poco.
-Con nosotros no es así, el documento que le entreguemos con su salario más las condiciones específicas, no guardan secretos, estúdielo con sus abogados, no queremos problemas, solo que la empresa esté satisfecha, y para eso, siendo inteligentes, el primero que tiene que estar satisfecho es usted.
-Sí, supongo que hablar es barato, el resto…, -Luis sonríe-, ¿en cuanto a mi equipo?
-El que desee, siempre que pueda conseguirlo.
– ¿Podría traer a los míos?
-Si, por supuesto.
– ¿Las condiciones?
-Las mismas o mejores, por supuesto, las instalaciones, mejores, más nuevas, aparatos más modernos, formas de trabajar más eficientes.
-Si es así, está bien, ¿mi sueldo, mis comisiones?
El sonrosado saca otra carpeta que entrega a Luis, este la lee, se queda sorprendido, el sueldo es cuatro veces lo que ganaba, y las comisiones por extranjero se multiplican, increíble, no sabía que alguien podía ganar tanto dinero.
– ¿Qué le parece?, -la sonrisa de Emiliano, es la de un ganador, sabe de seres humanos, sabe que ha picado.
– ¿Conocen toda mi historia, mis blancos y mis negros?
-Por supuesto, -nueva sonrisa-, por supuesto, por nosotros todo bien, ¿qué me dice?
-Me gusta, no le voy a mentir, usted es más listo que yo, pero necesito comprobar algunas cosas, y por supuesto que lo lean mis abogados.
-Si no lo hubiera dicho, se lo hubiéramos recomendado nosotros, las contrataciones especiales, son eso…, especiales, no se parecen ni unas con otras, ¿cuándo podemos esperar su respuesta?
-Unos días.
-Esperaremos en la ciudad.
– ¿No lo harán por mí?
-En gran parte, pero también hay otras situaciones.
– ¿Cuándo empezaría?, -pregunta Luis.
-Ayer, -nueva sonrisa-, cuando pudiera, pero si es lo más rápido posible, se lo agradeceríamos, de su puesto jerárquicamente, dependen muchas de las contrataciones que estamos posponiendo, para no llenar los puestos de las personas que usted no designaría.
-Me parece inteligente.
-Le dejamos que lo piense.
Ambos hombres se levantan, Luis también, les da la mano, se despiden, y lo dejan con la cabeza más liada que la pata de un romano, pero a pesar de todo, sonríe.
Se queda pensando en todo, en cómo organizar, en como dejarlo todo, en como cambiaría la vida económicamente, de prestigio, pero más que eso, de poder ayudar a gente, y sigue sonriendo, a pesar de que sabe que lo que tiene en la mano, son proyectos que no serán realidad, aunque si se acercan un poco, serán buenos.