
Luis ve como lo pasa, sonríe, aun quiere que le dé el flato, pero ya lleva corriendo mucho tiempo, incluso ahora, cuando el calor sube, se siente bien destruyéndose un cuerpo que no tiene veinte años, pero que aún tiene la fortaleza de querer hacer más.
Empujón y sube, las piernas responden, no las ha forzado demasiado, corre con ella, pero no todos los días, los que corre con Paloma, son de dejarse vencer, los que está solo, de reventar, de probarse que el infarto aún está lejos, que el flato se olvidó y que el que tuvo, retuvo.
La pasa, inmediatamente, como no podía ser menos, se acerca a él, lo pasa sonriendo, como si fuera fácil, que sabe que no lo es, llevan ya tiempo corriendo, y él, de velocidad, regular, pero de lo que es resistencia, más que un sapo en una junquera, y continua, la adelanta, nuevo sprint de la muchacha, la deja, se coloca al rebufo, y deja que ella lleve la voz cantante, unos metros, no muchos, doscientos, trescientos, se para poco a poco, caldea, agacha el pecho.
-Que mamón eres, lo siento, pero es verdad, no me gusta hablar así, -habla entrecortadamente-, estabas esperando para destruirme.
-Tengo mil años más que tú, ¿cómo puedes imaginar tales cosas?, aunque sean verdad.
Paloma ríe, comienza a caminar.
– ¿El flato?, -sonríe Luis.
-No, fallo general multiorgánico.
-Como se nota que le pegas a la facultad.
-Es pequeña y se deja, miento, es grande, y cabrona.
– ¿Que te sucede?
-Estoy asustada, Luis, -lo mira con ojos a punto de llorar-, ¿y si fallo, y si no sirvo?, mi madre, tu, Eusebio, los que habéis confiado en mí, ¿qué hago?, llora.
Luis le echa la mano por el hombro.
-No seas niña, es solo un bache, he pasado mil mientras estudiaba.
– ¿Tu?, -lo mira con asombro.
-Sí, yo, carrera larga, difícil, profesores que juzgan sexualmente, que te ponen la nota que le sale de los cojones o del propio, compañeros que son hienas, competitivos, desagradables, malvados, ambiente de presión, mil cosas; se ven cuando te sientas en casa, miras a la pared y todo es negro, ¿sabes lo único bueno que tiene?
Paloma niega con la cabeza.
-Que, si aguantas un tiempo, pasas, no te voy a decir que sea un camino de rosas, pero lo superas, más tú, que eres la mejor estudiante, que me cuentan que progresas que da miedo.
-Venga ya, ¿quién te va a contar eso?
-Sí, es que yo soy médico.
Paloma sonríe.
– ¿Eso te han dicho?
Luis asiente.
– ¿De verdad?
Luis vuelve a asentir.
-Habrá que aguantar, pero para eso necesito muchos jeringos, ¿me acompañas para invitarme?, que este mes estoy canina.
– ¿Cuando no lo estarás?
-Supongo que cuando nos casemos, ¿ganas mucha pasta?
-Sí, pero me gasto menos que un chupe de plomo.
Paloma sonríe, es como una persona normal, que se convierte ser mitológico cuando le colocan una bata blanca, la tiene encandilada, suspira, ¿podrá?, y siente escalofríos, no quiere nada que no sea lo que tiene, no planeado, pero si deseado, con todas sus fuerzas.