75 Otro Nuevo Comienzo

Luis mira el camino del parque, suspira, la temperatura es buena, el día fresco pero sin pasarse, hay poca gente, bien, todo bien, las condiciones perfectas, pero duda, ¿Por qué duda?, porque hace años que no lo hace, así que ha intentado arrancar varias veces, pero le cuesta trabajo, se mira las zapatillas, cada una tiene los cordones de un color, se le ha roto una de ellas, de no ponérsela, y lo que ha encontrado ha sido negro, en unas zapatillas blancas, que además tienen algo de años, las suelas, son de haber pisado mil caminos de mil parques distintos, y sonríe, hace tanto tiempo…

             Un paso, el siguiente, otro más, si, parece que la cosa va bien, cien metros, doscientos, algo que se rebela en el interior, son demasiados años, y el flato, ese viejo conocido hace acto de presencia, y no recordaba lo que llegaba a doler, se apoya en un árbol, intenta recuperar el aliento, pero le cuesta, no son muchos años, pero si para conservar una forma que se olvidó hace esos mismos años, se recupera, aun es joven, pero andando, apenas si levanta alguno de los pies de vez en cuando, un banco, la salvación, se deja caer en él, más que se sienta, y se siente profundamente decepcionado, incluso sabiéndolo, pero con lo cabezón que es, seguro que consigue…, pero solo doscientos metros…, suspira fuerte, mira al cielo.

-No sabía que corrías.

             Baja la cabeza, una esplendorosa Paloma vestida de yogur de fresa, que le sonríe con los colores de las mejillas subidos, parece una muñeca rusa.

-Sí, lo intento, pero estoy viejo, desentrenado, caído, desmoronado, ya me ves, sombra de lo que fui.

             La chica continúa haciendo puntas.

– ¿Te vas a quedar ahí?

             Luis asiente con la cabeza.

-Me quedan dos vueltas, si me esperas, dejo que me invites a desayunar.

– ¿Y la Facultad?

-Siempre desayuno, soy humana, el tiempo está controlado, como todo, ya no friego escaleras gracias a don Luis, solo hago running, como dicen los idiotas de la facultad, correr como un perro con la lengua fuera, para que no se me ponga el culo carpeta.

             Luis sonríe, la frescura de la chica le hace gracia, hace tanto tiempo que no…

-Te vas a enfriar, yo estoy muerto, pero tú no, da las vueltas, te espero.

– ¿Seguro?

-Seguro, me tendrás que ayudar a levantarme, no puedo huir.

             Nueva sonrisa, y ve como se aleja la chica, que va en un cuerpo que parece que…, y sonríe con pena, no, muerto no está, y frunce los labios, mientras ve cómo pasan los colgados de la forma física, de los del mantenimiento, de los del que me vean, de los del lo mismo ligo… y sonríe, quizás pensando que ha creado uno nuevo, el de los viudos reventados, que han descubierto que la belleza aun los pone como una moto, y sonríe de nuevo mientras se dobla, se había olvidado del flato, pero el flato, que tiene buena memoria, no.

             Son jeringos, aplastantes, magníficos, grandes, compensados en su maldad, maravillas de los jeringueros que no churreros, que la gente confunde, y que hagan de todo, no significa que lo principal, que el lustre, venga del jeringo, patrimonio universal, por lo menos para los cordobeses.

-Madre mía como están, -es Paloma que está haciendo una escabechina.

-Te vas a poner como una foca, -le comenta de broma Luis.

-Tengo el metabolismo de un buitre, mi madre se asombra, el día que no como, se pone como loca, cree que me voy a morir.

– ¿Y sucede a menudo?

             Paloma piensa mientras mastica.

-Hace como ocho o diez años, mi primer período, no sé, un día sin ganas de comer, casi me lleva al hospital, pero para que me ingresaran en la UCI.

             Luis la mira, sudada, colorada como un tomate, con los labios llenos del aceite de los jeringos, es una belleza natural, lo de afinarla en la esteticién, fue un fallo imperdonable, ahora está aún más atractiva, aunque siga sin cuidarse.

– ¿Quieres más?

-Sí, pero me tengo que ir a clase, tengo el estómago, que… -sonríe-, ya sabes.

-No, no sé.

-Que vamos, que tengo tendencia a…

             Luis se encoge de hombros.

-Que soy una pedorra, y si hago un círculo a mi alrededor, pues eso, que me hago fama, y no quiero.

– ¿Cómo ha pasado con el gilipollas de Pozo?

– ¿Cómo te has enterado?

-Esto es una casa de… perdona, pero lo es, al momento hay alguien que, sin querer decirlo, te lo suelta todo con pelos y señales, lo siento si alguien piensa que estamos liados, podría ser tu padre, pero la gente es como es, si no quieres acercarte a mí, lo entiendo, querrás que los chicos se acerquen, eres joven y bonita.

             Paloma lo mira, no sabe si es tonto, o que se lo hace.

-Luis, -suspira-, te lo voy a decir, te voy a decir lo que sabes, me gustas, más que eso, eres el hombre con el que me gustaría formar una familia, no soy de las de cama fácil, ni me gusta la juerga, ni las locuras, soy tranquila, creo que inteligente, centrada, religiosa, y estoy enamorada del hombre que me paga la carrera, – sonríe-, es lamentable, ¿no es cierto?

             Luis no dice nada.

-Sí, no hace falta que digas nada, solo soy una niña a tus ojos, una estudiante que has salvado de tener que dejar la carrera que la mantiene viva y cuerda, solo eso, lo sé, -sonrisa de pena-, lo sé.

-No es eso, como sabes, soy viudo, triste, acabado, no puedo permitir que nadie entre en mi vida, cuando está llena de alguien que se marchó, sé que es una estupidez, pero me siento así, ¿qué me atraes?, claro que sí, eres un bombón, lista, sensata, con los pies en el suelo, si, eres el epítome de la buena mujer, pero no te puedo hacer daño, soy tóxico, no tengo la escala de valores bien puesta, no sería nada de tu agrado.

-También que soy pobre como una rata.

-Sí, supongo que los hijos de mecánico, estamos en un pedestal, arriba, -levanta el brazo-, en las alturas.

             Paloma sonríe.

-Dame una oportunidad.

– ¿Qué quieres?

-Que no huyas, que pueda sentarme contigo, el roce hace el cariño, déjame que me roce hasta que te gaste esa forma de pensar.

             Luis la mira.

-Sí, pero sigue tu vida, eres demasiado bella, alegre, bonita, como para quedarte quieta por alguien como yo, eres de las escasas, casi no quedan mujeres como tú, has feliz a un hombre que se lo merezca.

-Eso lo decido yo, y he decidido que eres tú.

             Luis se encoge de hombros.

-Ya te he advertido, Paloma, no te quejes de …

-Calla, Luis, déjame que disfrute, aunque sea de tus anuncios.

             Luis sonríe, si, al final, solo tendrá anuncios, como las cadenas de televisión privadas.

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