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Luis oye los pasos, sonríe, es la comidilla del hospital, todos hablan sobre su salida del mismo, cosa que nadie se esperaba, pero que al final parece cierta.

-No me lo podía creer; hasta que no me lo ha confirmado Mariana, no he sabido que era cierto.

             Luis conoce la voz de Galante, le da una calada al cigarro, si el helicóptero viniera en ese momento, seguro que creería que estaba en Londres, lleva tres, y sin bajar, por primera vez en sus años en el hospital.

-Pues sí, ¿quieres un cigarro?

-Ganas me da, pero no, sigo férreamente en la abstinencia, cuéntame lo que ha sucedido.

– ¿Lo de Maestre?

-Eso lo sabe todo el mundo, lo que no sabemos los pobres lacayos, es como has tomado la decisión.

             Luis mira a Galante, se le nota preocupado, es quizás, nunca estará seguro, de que es el único amigo en el edificio.

-Maestre es tan listo, más bien se cree que es listo, que se le ven los cuernos y el rabo.

– ¿Lo del yerno?

             Luis asiente, nueva calada.

-El chaval promete, pero no es de las grandes ligas, yo tampoco lo soy, el caso, que se me pegará, que cogerá caché, para después de haber destruido el equipo, quedarse con el tema de las operaciones en el extranjero.

-De las que siempre hablas pestes.

-Por supuesto, pero que me tomen por gilipollas, va a ser que no, que parezca idiota no significa que me metas un dedo en la boca y no te lo muerda.

-En ese caso, ¿no hay vuelta atrás?

             Luis lo mira, vuelve a negar con la cabeza.

-Lo siento Galante, formábamos un buen equipo, pero parece que la ambición es mala consejera, sobre todo para aquellos que no consiguen lo que buscan por su propio esfuerzo.

– ¿Que vas a hacer?

-No lo sé, -nuevo cigarro-, supongo que un período sabático, me lo merezco, después la pública, donde me manden, o alguna oferta de trabajo que me interese.

– ¿No tenías en Alemania, en Inglaterra…?

-Sí, pero, Galante, ¿has estado en Inglaterra?

-Sí, claro.

– ¿Viviendo?

-No, ¿por qué lo dices?

-Aquí, tenemos un extra que no pueden pagar en ningún lado, el terminar el trabajo y tomarte una cerveza con un clima maravilloso, con una gente que no da más porculo porque no puede, pero que se le coge cariño, ¿y las tortillas de patatas, los flamenquines, los rabos de toro…, tengo que continuar?

-No, -Galante suspira-, puestas las cosas así…, es difícil marcharse, no obstante, si te estableces, dímelo, si pudiera me iría contigo.

-Sabes que conmigo nada de nada.

– ¿Sabes que soy…?

             Luis asiente.

– ¿No te importa?

             Luis niega.

-Pero, eres católico, de los de misa, de ayuda a la parroquia…

-Pero no gilipollas, tu eres como eres, y lo más importante, eres buena persona, eso es lo importante, el resto es accesorio.

             Galante sonríe.

– ¿Tanto se me nota?

-No, Galante, pero conmigo si, alguna compañera me lo comenta.

-Lo siento.

-No te preocupes, -nueva calada-, nada es importante, amigo Galante.

-Eso es cierto, ¿qué haces aquí?

-Pasar el tiempo, ya he dado la información de mis pacientes, algunos lo han tomado mal, se han cancelado casi todas las operaciones, solo las perentorias continúan, pero sin esfuerzo, que se jodan, no los pacientes, el hospital, que perderá el dinero de pacientes que vienen aquí pagando fortunas porque los opere el cateto cordobés.

             Galante sonríe.

-No sabía que tuvieras tan mala leche.

-No es eso, Galante, es que me los han tocado, después de tanto tiempo…, -sonrisa-, todo está bien, si me meto en algún laberinto, te llamo, no eres el único.

– ¿Mariana?

             Luis asiente.

– ¿Márquez?

             Luis vuelve a asentir.

-Y alguno que otro más, ya sabes, formábamos un buen equipo; sin la cabeza, todo se va a la mierda, ¿o crees tú que el siguiente equipo no será el del yernísimo?

-Sí, -ahora el que sonríe es Galante-, no me cabe ninguna duda.

             Ambos callan, y miran las calles que comienzan a llenarse de gente.

-La ciudad despierta, Doctor Monforte.

-Sí, pero hoy, francamente, me da igual, que la pele quien le toque, Luis Monforte, gilipollas federado, piensa estar tocándose los propios hasta que se le queden pelados.

             Galante sonríe, sabe que nada de lo que quiere hacer, lo hará al final, pero por lo menos a los perros se les permite ladrar a la luna.

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