73 Consultas

– ¿Qué haces por aquí, más problemas?

             Luis mira al cura, sonríe con poca gana.

-Lo de siempre, Eusebio.

– ¿Los que se van?

-Y los muertos de algunos, -mira a la sacristía-, con perdón, pero es cierto.

             Eusebio sonríe también.

-Estás en la picota, algo gordo.

-Lo de siempre, los ladrones, que se esconden, o salen a la vista, el caso, es que me voy del hospital, quizás deje de operar para siempre.

– ¿Y qué vas a hacer?, ¿sabes hacer otra cosa?

             Luis se encoge de hombros.

-Así, que el dinero se acabará.

-Al poco tiempo, cura, tus sablazos son dolorosos, otro motivo más para no ganar dinero.

-Eso nunca, ese, -señala a la cruz-, no lo permitirá.

-Lo permite todo, para el solo somos…, -mira a Eusebio, sonríe-, ¿qué somos, querido padre?

– ¿Vamos a empezar con la dialéctica?, ¿así estamos?

-Y peor.

-Por cierto, -intenta cambia de palo-, ¿has hablado con el obispo?

             Luis asiente.

-Por teléfono, hemos quedado en comer cuando podamos, es decir, el que no quiera, tiene todas las excusas del mundo.

– ¿Sobre mí?

-Creo que salió algo, -mira a Eusebio a la cara-, no creo que fuera importante, ¿qué ha sucedido?

-Nada, pero el inminente traslado, ha sido suspendido sine die[1].

-Qué suerte, -Luis sonríe-, no sabes cómo me alegro.

             Eusebio mueve la cabeza.

-Qué poca vergüenza tienes.

-Desde que me junto contigo, sacerdote de cuestionables orígenes.

-Sí, es cierto, pero has cambiado, te veo mejor, ¿la ropa?

-Supongo, y la comida, y mil cosas más, la madre de Paloma que me ha adoptado.

-Te hacía falta, ¿y Paloma?

-Bien, cumpliendo su promesa.

-Si no operas, ¿podrás cumplir la tuya?

-Sí, guardo algo en el sombrero, no mucho.

– ¿Suficiente como para seguir con la ayuda a la iglesia?

-Sabes que no, soy pobre.

-Y con muy poca vergüenza, señor cirujano.

-Todo se pega.

-Paloma, ¿qué piensas de ella?

             Luis afirma levemente con la cabeza, frunce los labios.

-Sí, es buena, inteligente, lista, llegará lejos.

             Ahora el que mueve la cabeza es Eusebio.

-Eres un idiota, la niña se muere por ti.

             Luis lo mira con una medio sonrisa.

-No seas iluso, Eusebio, soy viudo, viejo, cansado, además…

-Pon más excusas, di que lo que tienes realmente es miedo.

-Además, también miedo, si, correcto, no estoy en el ruedo.

-Da igual, tienes que salir, asignaturas pendientes.

-Si lo sé no vengo.

-Eso suelen decir los clientes, agradecidos o no, el caso, ¿no te gusta Paloma?

-Es una niña, Eusebio.

-Joven, guapa, cristiana, inteligente…, ¿algo más?

-Sí, no es Nieves.

-Nieves ya no será, no puedes estar solo.

-Si puedo.

-No debes, dale una oportunidad.

             Luis niega con la cabeza.

-No, esa niña necesita estar con gente de su edad que se divierta…

-Sí, que se eche un novio, que la desvirgue, los cubatas, los porritos, lo que viene detrás, -Eusebio niega con la cabeza-, no Luis, es cristiana, de las que ya no hay, pobre, pero cristiana.

– ¿Por qué has metido lo de pobre?

-Por si…, -sonríe-, no, déjalo, dale una oportunidad.

-No.

-Lo pensarás al menos.

-No lo sé.

-Pregúntaselo al de la cruz, aun tienes cosas que hacer, y solo no es forma de estar.

– ¿Y tú?

-Yo tengo al de la cruz, menudo es, entretenido como un escaparate de juguetes.

-Cada vez eres más andaluz.

– ¿Eso es malo?

             Luis lo mira, se encoge de hombros.


[1] Latín. ( pron. [sine-díe]) que significa literalmente ‘sin día’. Se emplea con el sentido de ‘sin fijar una fecha o plazo’

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