
-Usted me dirá, Maestre, que es que lo que desea.
Una sonrisa, a Luis no le gusta, es el nuevo director, no trató con el cuándo se incorporó, quizás sea un gestor magnífico, como médico no pasa ni el aprobado, que tampoco hizo mucho, ni el MIR siquiera, pero es el director.
-Como usted sabrá, las operaciones en el exterior, están aumentando.
– ¿Las de todos los médicos?, no sabe cómo me alegro, -sonríe con doble intención.
-No, no, -levanta la mano desde detrás de la gran mesa de despacho-, quiero decir las suyas.
-Es una lástima, hubiera que querido que todos los cirujanos tuvieran… -más sonrisa-, pero, ¿qué le vamos a hacer?, por lo menos a mí me sonríe la suerte.
Maestre lo mira, sabe que es listo, pero ahora también ha descubierto que es taimado, el aspecto no es todo, algunas veces como en la presente, nada.
-El caso, es que me gustaría que se llevara a Ramírez como ayudante, tengo mucha más confianza en él que en Márquez, además Ramírez tiene una trayectoria…, -sonrisa amplia-, ¿qué opina?
-Me he cogido con Márquez, de tal manera que no tengo que pensar en nada más que en lo que tengo delante, Márquez lo controla todo, sabe de mis carencias, que son muchas y las suple de una forma en la que hasta ahora no tengo queja, como con el resto del equipo, todo va bien, ¿Por qué la idea del cambio?
-Es una sugerencia, que me complacería profundamente, se lo agradecería, -nueva sonrisa-, la trayectoria de Ramírez es fulgurante.
-Sí, he oído hablar de él, he visto alguna que otra operación, así que, si según su opinión es una estrella en ascenso, que salga a operar, que me sustituya, -sonrisa beatifica de Luis-, así me quito el tener que salir fuera de operar, que además no está en mi contrato.
-No, -levanta la mano-, sería para que Ramírez aprendiera…
-Para que al final ocupara mi puesto, todos los caminos llevan al mismo sitio, así que dejémonos de formalidades, mi contrato, tal como lo firmé, con el anterior director, concluye en poco tiempo, pero la avaricia, no lo lleva a ver que lo único que quiero es que el paciente se salve, usted ha visto los pagos al hospital, a mi persona, y los quiere para su yerno, si, -Luis asiente-, sé que es su yerno, pues nada, aproveche, yo me marcho del hospital, se queda con todo, la jugada perfecta.
Maestre lo mira serio.
-Nadie es insustituible.
-Ni usted tampoco, -Luis mira el móvil-, si, dentro de dieseis días termina el contrato con este hospital, nada que deber a nadie, ni ustedes ni a mí, así que, -comienza a hablar al móvil-, reunidos don Arturo Maestre Director del Centro Hospitalario, y Luis Monforte, médico del mismo, acuerdan de motu proprio, la cesación del contrato referido a la fecha de término del mismo, -coloca el móvil en dirección al director, este calla.
Luis sonríe.
-Maestre, ¿le ha comido la lengua el gato?, estoy cansado, no quiero encima de todo, nepotismo; que su yerno se lo gane, si vale, perfecto, pero le falta mucho, quizás mil años, si puede, que lo haga, mientras el paciente se salve, -Luis mueve la cabeza-, todo es perfecto, así que ya sabe, el contrato se finiquita ahora, a pesar de que quiere que no aparezca su voz en la grabación, mañana, tendrá un burofax de mis abogados con los mismos términos que yo si he hablado, -Luis desconecta el móvil, ya no estoy grabando, ¿algo que decir?
-No creo que sea la postura adecuada, fuimos el único hospital…
-No, fue el antiguo director, Velarde, que gracias a la insistencia de un amigo mutuo, aceptó darme una oportunidad que yo he devuelto de mil formas y maneras, a usted, -Luis mueve la cabeza-, nada que agradecerle, será un magnífico gestor, acabará mil veces más rico que yo, no lo dudo, pero este que lo es, no le da más dinero a ganar, supongo que algún hospital me querrá para algo, aunque sea para limpiar las letrinas, y, es cierto, se me olvidaba, que tengo excedencia como titular cirujano en la pública, menos dinero, pero también, menos problemas.
Maestre lo mira.
– ¿Son sus últimas palabras?
-Ha sonado a epitafio, pues que lo sea, a partir de pasado mañana, dejo de operar, esos dos días son pacientes con la operación concertada, ¿el resto?, que se pongan en contacto conmigo los médicos que se harán cargo de los siguientes pacientes, los pondré al día de cualquier cosa que necesiten sobre los mismos.
Maestre se calla, no responde.
Luis se levanta y se marcha, cuando llega a su despacho, Mariana que le pregunta.
– ¿Que quería el gordo?, -se refiere a Maestre que pesa siete veces lo recomendado por cualquier nutricionista.
-Que me marcho, Mariana, me comunicaba que me despiden.
Mariana esboza una sonrisa.
-Venga ya, están contigo en el hospital…
La mujer se fija en la cara.
– ¿No es broma?
Luis niega.
-El puerco de Maestre quería que en mi equipo entrara Ramírez, quitando a Márquez, después desaparecería el resto, al final tú, Galante…, me quedaría en sus manos, y él se lo llevaría todo, no soy imbécil, aunque lo parezca, se ha encontrado con el estúpido de Monforte, y quiere ordeñarlo al máximo, no me parece mal, pero me ha hecho daño en una teta, eso no se lo perdono, aunque sepa que solo soy una mísera vaca.
-Y yo…, ¿qué hago?
-Quédate, vente conmigo…, no lo sé, me estoy planteando dejar de operar, estoy cansado de todo lo que rodea a un quirófano, de los egos, de los miserias, de los ladrones, de los impostores… -sonríe con pena-, no, no es lo mío, sí, creo que voy a dejarlo.
– ¿Y qué vas a hacer?, tu sin operar, no aguantarás mucho.
-Te sorprendería, llevo demasiado tiempo con demasiada presión, nada merece la pena, ahora, -suspira-, el cerdo de Maestre, me ha hecho ver, que tampoco importa a quien salvo y como, y porque…, así que solo que soy…, ¿Qué soy, Mariana?
La mujer calla, nunca había visto a su jefe de esa manera.