
– ¿Dónde estamos ahora?, quedas conmigo para darme paseos en el coche enorme, ¿que tenga envidia porque andas con chofer?
-No es eso, sé más inteligente.
-Lo soy, me gusta tocarte las narices.
-Sí, no se te da mal.
-Ya sabes, los abuelos, que son para regalarlos…, a alguien que te caiga como el culo, ¿qué es esto?
Son casas pareadas, esperan delante de una de ellas, al poco se abre una puerta, una mujer que sale, les hace señas con la mano.
-Vámonos, Nieves, quiero que veas esto.
Entran en la casa, un jardín cuidado, una casa normal.
– ¿Esto es algo de una película de terror?, -exclama con maldad Nieves-, me aburro.
-No deberías, es el sueño de tu madre.
Guiomar le señala la cochera, la abren, allí un coche alemán, como el de Guiomar.
-Es como el tuyo.
-Es el que quería tu madre, el que formaba parte del sueño de futuro con tu padre, mira, -abre la puerta, toca un botón, se enciende la consola delantera-, lee el cuentakilómetros.
La niña se acerca cuando Guiomar se retira.
– ¿Qué quieres que mire?
-Los kilómetros.
-Sí, mil doscientos justos, ¿qué quiere decir eso?
-El coche tiene cuatro años, solo se ha movido eso, y porque tu tío Ernesto, lo saca de vez en cuando.
– ¿Y qué es lo que hace aquí parado?
-Tu padre ha recreado lo que tu madre quería, esto es lo que deseó cuando estaba viva y no tenían donde caerse muertos, cuando ha podido, mira… -le señala la casa, el jardín.
– ¿Quieres decir, que no vive aquí?
Guiomar niega con la cabeza.
-No, cuando empezó a ganar dinero, se metió en hipotecas, en préstamos, por conseguir lo que ves, dentro está la casa según lo que dibujó tu madre, -le saca un cuaderno de copia de los dibujos de la medre-, no me preguntes como los he obtenido, pero son de tu madre, los dibujó sobre esta casa, que tu padre pagó más cara, que pagó mucho más, porque la pusieran como hubiera querido tu madre, para luego…
-Ni aparecer por aquí.
-Sí, viene, el día que tu madre murió, siempre, ese no falla, después, apenas un par de días.
-Y vive en el cuchitril donde está ahora.
-Donde están los recuerdos de tu madre, ahora lo ha cambiado todo, al cabo de tantos años, menos tu cuarto, que sigue siendo el mismo.
-Joder, como me acuerdo de él, de cuando, -la cara se entristece, una mueca-, y una mierda, no cuela, es un gilipollas que me dejó tirada como una perra, que me dejó en manos de gente que son más malos que los malos.
-Sí, supongo que sí, quizás algún día, espero que no, vivas una situación como la de tu padre.
– ¿Me la vas a explicar?
-Aun no, Nieves, las cosas a su paso, correr mucho es caerse de boca.
-Esperar demasiado es dejarlo pasar.
-Mejor dejarlo pasar que destruirlo.
-Joder, abuela, como estamos hoy, ¿no sabes eso de la diferencia de edad, que hay que dejarles su sitio a los niños?
-No eres una niña, eres una mujer escondida.
Nieves sonríe.
-Me gusta, vieja Guiomar, me gusta, vámonos, esto está muy visto.
-Sí, no quiero que llores aún.
Nieves la mira, la mataba, va mil pasos por delante de ella, ¿que se trae la mujer que está tan buena que da miedo?