
-Tanta historia, tanto coche importado, maravilloso, para traerme a un sitio cutre, con más mierda que el palillo de una jaula, más abandonado que los almendros de la vía, con una pátina de mierda que es más gorda que la casulla de un monje…
– ¿No sacas un sobresaliente en lengua?
-Si, en la viperina, -sonríe Nieves-, que le voy a dar una alegría al hijo de puta de mi abuelo.
– ¿Por eso no sacas buenas notas?
-Más que nada, aunque también cansa, con lo que me ahorro el esfuerzo.
-Te has sentado a mi lado, ¿cómo vamos de higiene personal?, creo que regular.
Nieves sonríe.
-Pues me has pillado en un día bueno, si es cuando la cosecha sangrienta, -sonrisa malvada-, me echas del coche seguro.
-Que eres una señorita.
-Abandonada, sin madre, y con abuela a la que toco los ovarios, cuando le llega el tufito de mi indolencia.
Guiomar sonríe, la niña se las trae, digna hija de su padre, pero con una mezcla que la hace feroz, y se alegra de estar en la parte del barrio con más posibles, la más cuidada, en otro caso…
– ¿Hay que esperar mucho?
-Supongo que lo que sea necesario, -le responde cansada Guiomar, está a punto de darle una contestación.
-Es que llevo ya tres colas, dos cuartos de baño, y si sigo así, a las cuatro de la mañana viendo películas porno.
-Vale ya, -Guiomar se pone seria, la cansa.
Ve como llega Luis, ha tardado un poco, pero al final, ahí está.
– ¿Ese es?, -pregunta la niña.
-Sí, ¿no lo recuerdas?
-Sí, pero está más viejo.
-Como tú.
– ¿Se sienta ahí todos los días?
-La mayoría sí.
– ¿No dices que tenía pasta?
-Comencemos por el principio.
-Pues empieza, esta película es francesa, no hay por dónde cogerla.
-Aquí vive tu padre, en el piso que es tuyo.
– ¿Mío?
-Sí, cuando murió tu madre, le dejo el usufructo, es decir que lo puede usar mientras viva, pero que la nuda propiedad es tuya.
-Pues si es mío, y vive él, vaya mierda de propiedad, ¿puedo venderla?
-No, además eres menor de edad.
Nieves se encoge de hombros.
– ¿Continúo?
-Pues sigue, que aburrimiento.
-El coche, ese que ves allí, con más años que Matusalén, era el de tu madre, que compró de segunda mano, ¿sabes porque no lo cambia?
Nieves niega.
-Porque tu padre dice que aun huele a tu madre.
– ¿Quería a mi madre?
-Como en las novelas románticas.
– ¿Esas donde los dos son unos imbéciles que da miedo verlos?
-Exactamente.
-Pues que gilipollas.
-Yo daría todo lo que tengo porque alguien me amara, como tu padre amó a tu madre.
Nieves la mira.
-Con lo buena que estás, podrías tener a quien quisieras.
-En la cama si, el corazón de alguien no se puede comprar.
-Joder, que profundo, más que eso, hondo.
-Me estoy enfadando.
-No seas así, Guiomar, es quitarle hierro, es mi padre, es mi madre, cada uno se defiende como puede.
– ¿Que vas a dejar para cuando seas mayor?
– ¿Llegaré?
-Si no quieres llegar, antes llegas.
Nieves ve como una chica joven, guapísima, se acerca, sonríe, y se sienta.
– ¿Quién es la perra?
Guiomar sonríe, la niña es un podenco de nacimiento.
-La que bebe los vientos por tu padre.
– ¿Y el viejo?
-En sus mundos.
– ¿Qué significa eso?
-Que para el murieron los amores, las mujeres.
– ¿Por mi madre?
Guiomar asiente.
-Cuando te digo que es gilipollas, ¿y tú qué?, ¿haces lo de comprar a la niña sin que te guste el padre?
Guiomar la mira.
-Eres larga, pero conmigo te quedas corta.
– ¿Qué quieres decir?
-Que tu padre me gusta, cierto, pero estoy en deuda, primero es pagarla, lo demás no es importante.
-No me entero.
-Pero tienes buena memoria, quédate con la pregunta.
-Vale, -observa a su padre-, mira el guarro como se ríe con la perra, ¿y dices que no está por comérsela?
-No, -la mujer niega con la cabeza-, todo lo que es como médico, no lo es como pícaro, no tiene malicia, se quedó atrapado en un mundo que desapareció.
– ¿El de mi madre?
-No, el de ellos, a tu padre ya no le importa nada, mejor dicho, si, algo le importa tanto, tu.
-Pues bien que lo demuestra.
– ¿Aun no lo entiendes?
Nieves niega con la cabeza.
-Bien, este solo es el primer asalto, con esa cabeza que tienes, la pelea será larga y dura.
Nieves se encoge de hombros.