69 Torralbo

Nada más llegar a la facultad, Bea, la única quizás amiga, que sabe que tampoco, se le acerca, es feílla, lista y está al loro de todo, tiene amistades en cualquier lado, y es la ama de los cuartos de baño, donde los cotilleos son sin anestesia.

             Se le acerca con un móvil y sonrisa de que buena soy, lo que quiere indicar que lo que lleva en el móvil, puede suponer la exclusión social, el ostracismo, o incluso un linchamiento con público y de los de pago.

-Que puta eres, yo que te creía Santa Paloma, y lo tienes que tener de goma, ¿qué le das?

             Paloma la mira sin entender nada.

– ¿Qué es lo que quieres decir?, ¿te has tomado las pastillas?

             Bea sonríe, tiene maldad para exportar, y con esa misma y satisfacción en la cara, le enseña el móvil.

             Sin interés casi, o queriendo demostrar eso, Paloma mira, casi con desdén, pero se le viene abajo el ánimo, es una foto de ella con Luis, ambos riendo, muy cerca, el ángulo desde el que la cogieron hace que sea así, parecen amantes, la pena es que no lo sean, lo cierto, es que le duele es estómago, casi como para salir corriendo al cuarto de baño.

– ¿Estos regalitos, los dan con el carnet de meapilas?, Bea sonríe con maldad, talludito, bien conservado, guapo, alto, y uno de los mejores cirujanos, no de este país, del mundo, ¿de qué va la historia?, Paloma, ¿tengo que contribuir con mi imaginación a engrandecerlo?

-No seas malvada, eres posiblemente la única que me conoce, ¿crees que voy de ese palo?

-Cuando se nos mete algo en el nonete…, -sonríe con picardía.

-No es eso, yo te lo explico, pero antes, ¿has pasado la foto?

             Bea la mira, mueve la cabeza.

-Alma de cántaro, me ha llegado a mí por mil sitios, el que os trincó, posiblemente la, lo ha difundido por el planeta entero, eso es lo que tienes.

             Paloma se entera ahora de que las miradas no eran por su nuevo look, sino…

-Además, por sus signos los conoceréis, es lo que decís los meapilas, mírate, depilada, peinada de peluquería…

-Si con vaqueros, una sudadera…

-Unos vaqueros que valen diez veces los que tenías, una sudadera que es de las elitistas, que vale, lo que no vale una estudiante de medicina metida a puta, aunque no es tanto, cuenta.

-No se lo vayas a decir a nadie.

-Pues cuenta, sabes que soy cotilla, saldrá de mi boca, pero lo dulcificaré…, si me entero por otro lado, lo recubriré de veneno, haré que sea tan tóxico que los móviles se quemen al transmitirlo, que los crucifijos se den la vuelta…

-No seas melodramática, que eres muy cotilla.

-Lo sé, suelta.

-Luis…

-Coño, no don Luis, Luis, que nivel.

-Sí, hija de puta, Luis es quien me paga la carrera, ¿recuerdas que fregaba escaleras?

-Sí, y que no las friegas, que vas de peluquería, que tienes ropa cara, ¿cómo va en la cama?

-No seas puerca, somos creyentes, de la misma parroquia, mi madre es la que cuida de su casa, así que me ha cogido bajo su tutela.

– ¿Solo eso?

             Paloma asiente.

-Qué mala suerte, está bueno, y la pasta le sale por las orejas, viudo, así que tiene en conserva para dar y regalar, -suspira-, que mal repartido está el mundo, a mí se me acerca, y a los dos minutos estoy preñada de gemelos.

             Paloma sonríe, piensa que, si pudiera, trillizos, o más, lo que fuera, pero no lo es, vox populi, a saber, y le importa, está en tercero de una facultad mala, malvada, y poblada por seres competitivos, animales de presa, salvajes, desalmados, ¿qué puede salir mal?

             Bea sale para el cuarto de baño, posiblemente con el asunto fisiológico, pero también con el motivo de compartir la historia que ha hilado su cabeza sobre su situación y Paloma le pide que sea de las buenas, de las de no ponerla como la querida de Luis, aunque le da igual.

-Torralbo.

             Se da la vuelta, se le pone la cara blanca, Francisco Pozo, el catedrático de anatomía patológica, no lo había visto, pero ahora que la ha pillado, con lo hijo de puta que es…, está para jubilarse, ¿Por qué no se va a tomar por el culo ya?, sonríe.

-Dígame, Doctor Pozo.

– ¿Usted conoce a Monforte?

-Sí, Doctor Pozo.

– ¿Que es de él?

-Bien, está en el privado que pega con el hospital.

-Sí, eso lo sabía, ¿está operando?

-Sí, -Paloma sonríe-, ahora está en Johannesburgo, operando a un paciente.

– ¿Opera en el extranjero?

-Sí, pero solo si insisten, no le gusta.

-Sí, no me extraña, -el médico sonríe, algo que parecía imposible.

-Torralbo, aprenda, ese hombre fue alumno mío, es de los que hacen lo imposible, los que resuelven el problema mientras que otros nos quedamos congelados, veo todos los videos que me traen de sus operaciones, algunas son…, como decirlo, impresionantes, creo, que ahora mismo es el mejor cirujano de su especialidad.

             Paloma asiente con la cabeza.

-Bien, continúe, Torralbo, siga con su buena trayectoria, y le repito, aprenda de Monforte, es un portento, -nueva sonrisa, dos en un mismo día, posiblemente muera de un envenenamiento en la sangre de alegría, que no está acostumbrado.

             Paloma aprovecha y sale disparada, sabiendo que los que la miran, informarán a los que no sepan, dándoles unas conclusiones tendenciosas que tardarán en desaparecer, si algún día lo hacen, pero al final, decide levantar la cabeza y saca de un sitio ignorado una sonrisa, de las de soy magnífica, mírame por si no lo sabías.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *