Capítulo VI

– ¿Le prometió que me casaría con su nieto?

-Prometimos, niña, prometimos, eres mi futura nieta.

Nieves sonríe, mira al soldado de uniforme y vuelve a sonreír.

-Ni loca, primero que no estoy interesada en casarme, segundo que las promesas de mi abuelo, son de él, no mías, y tercero, que tengo novio.

El General toca el frio mármol.

-Ves, Arredondo, tiene los cojones prietos como tú, vamos a tener unos biznietos que serán de exposición, – y el viejo sonríe.

El viejo le coge la mano.

– ¿Eres enfermera?

-Si … General.

El viejo asiente.

-Bien, también sé que no tienes novio, lo dejasteis, ¿hace cuánto?, – y mira a su nieto.

-Ciento treinta y seis días, abuelo.

-Eres mayor que él, que además no ha tenido novia, y lo rondan de todos los colores, pero él solo se dedica a lo suyo, acaba de aprobar el curso de GOE, tiene ya el grado de Teniente, y está adscrito de momento aquí, a la plana mayor regimental, un gran futuro le espera, y a la mujer que esté con él.

Nieves mira a los ojos al General.

-Sí, feo no es, gilipollas, seguro, pero, además, ¿quién le ha dicho que yo quiero venderme por dinero?, ¿le digo en qué lugar se mete a su nieto?

-Víctor, ¿estarías dispuesto a casarte con esta chica?

-Sí, abuelo, con cualquiera, – y resalta la palabra -, es una deuda de honor de la familia, y se pagan, al ciento por ciento.

Mira a la chica.

-Ves, ¿en qué lugar vas a encontrar algo mejor que esto?

-En cualquier agujero, General, en cualquier sitio.

-La juventud, – suspira el viejo -, en ese caso, solo me queda pedirte que, por el recuerdo de tu abuelo, hagas algo por mí.

– ¿El qué?, General.

-Quiero que salgáis, diez veces, solo eso, diez cenas o similares, no te preocupes, el gilipollas del Teniente paga.

-No. – Nieves lo mira a los ojos.

El General coge la mano de la muchacha y la coloca sobre el mármol.

-Díselo a tu abuelo.

La muchacha intenta retirar la mano, pero el viejo la sujeta, es imposible que pueda moverla, el viejo sonríe, es un hijo de puta.

-De acuerdo, – consigue soltarse -, de acuerdo, por mi abuelo.

-Muchas gracias, – le sonríe el viejo, y Nieves observa como el nieto no ha movido un solo músculo.

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