Jorge saca una corona, el abuelo deja el bastón en manos de su ayuda, Víctor lo sujeta, tieso como un palo, con la corona en la mano, la coloca sobre una tumba, después saluda, han quitado la del año pasado, nadie ha visitado la solitaria tumba.
Silencio, el General saluda, y como todos los años, se queda quieto delante de la tumba, como si el tiempo no corriera, después Jorge saca una botella de coñac, la bebida preferida del sargento y del Coronel, y bebe, se sienta en el frio mármol.
-Este era tu abuelo, Paco Arredondo, mi sargento, tenía los huevos que no podía cerrar las piernas.
La muchacha lo mira extrañada, es un mundo irreal, ¿ejército, soldados, honor?, ¿qué coño es eso?
-Siéntate que te cuente, niña, te explicaré quién era el tipo que está aquí dentro, esperándome, para que nos bebamos una botella de coñac entre los dos.
Nieves lo hace, el día es magnífico, hará calor, pero la sombra de los cipreses, y la soledad del cementerio, parecen llevarla a otro lugar, y el general, fácilmente lo consigue.